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El blog de Pepe Mendoza

PALABRAS EN EL AIRE

PALABRAS EN EL AIRE

     Como en la película de Isabel Coixet, las palabras tienen una vida secreta, una existencia independiente que las hace perdurar en el tiempo, sobreviviendo a  quienes las pronuncian. No es verdad que se las lleve el viento, que desaparezcan para siempre difuminadas, evanescentes, efímeras.  Perviven, eso sí, con mayor esplendor, las que nacieron para honrar la verdad, aquellas que fueron convocadas para ser fieles a la realidad que definían. Las palabras, entonces, se hacen eternas y son bellas.  

     Durante casi tres años, Irene Chacón se ha dedicado, con esmero y paciencia de horticultora, desde el programa Hoy por hoy El Puerto de la Cadena SER, al noble oficio de cultivar palabras. Pasadas las doce del mediodía, mientras hervían los pucheros, Irene convertía las ondas hertzianas en un acogedor patio de vecinos, en el que al calor de la buena conversación, la democracia  no era un lujo sólo al alcance de unos pocos. Alrededor de su micrófono, siempre disponible para los que nunca son invitados a decir, se daba a diario la hermosa osadía de denunciar sin cortapisas los últimos excesos del poder municipal, de recordar aquellos viejos tiempos tan duros y tan nuestros, de disfrutar de ese lujo gratuito que es hablar por el simple placer de hablar. Porque la radio es, sobre todo, cercanía; un servicio de proximidad en el que las noticias de la vuelta de la esquina son tan importantes como las que acontecen a miles de kilómetros. El bipartito portuense, por ejemplo, al menos por ahora, tiene más trascendencia en nuestra vida cotidiana que el tripartito catalán.

     Escribió Borges que lo que decimos siempre se parece a nosotros. Se va Irene y con ella una manera sosegada y decente de entender la información como servicio público, de afrontar sin rabia la rabiosa actualidad, de esfuerzo crítico por distinguir las voces de los ecos. A años luz, por suerte, de la radio al uso, esa en la que tiene más audiencia el que más grita, el que más devalúa la realidad, el más servil con el poder establecido.  Por mucho levante que sople en el Estrecho, no es verdad que a las palabras se las lleva el viento. Permanecen escondidas en algún lugar, suspendidas en el aire, silenciosas, como en algunas escenas de los sueños.  

     Hoy por hoy, El Puerto, sólo le debe a Irene palabras de agradecimiento.                            

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