EL PARQUE DE HERNÁN
Cuando hay que reconocer algo, lo mejor es hacerlo cuanto antes. A mí me parece muy bien que los incondicionales de Hernán Díaz Cortés, alcalde de El Puerto de 1991 a 2006, sigan creyendo que es el mejor regidor que ha tenido nuestra ciudad. Y que le hagan todos los homenajes habidos y por haber, sin escatimar ni en afectos ni en gastos. El cariño verdadero ni se compra ni se vende. Y si el actual alcalde de la ciudad, Germán Beardo, es también un entusiasta admirador del fundador de Independientes Portuenses y cree que El Puerto tiene una deuda con él, es legítimo hacer lo posible por saldarla.
Pero más allá de ese categórico acto de fe, no acompaña Beardo su propuesta de razones tangibles capaces de convencer a los que no transitamos por el peligroso territorio de las adhesiones inquebrantables. El único argumento que esgrime es, bajo mi punto de vista, bastante endeble. Dice Beardo que porque ha sido el alcalde que durante más tiempo gobernó la ciudad en democracia: quince años. ¿Presidir durante tres lustros, con tres mayorías absolutas que Hernán interpretó siempre como absolutorias, es un mérito cívico en sí mismo?
Pero insisto, entiendo y respeto que haya personas que crean honestamente que Hernán lo merece. Así que Beardo podría haber creado un grupo de wasap, o un club de fans, o reunir a las viejas glorias de su partido para arroparlo y, ya de paso, preguntarles por qué en su día lo echaron de la antigua Alianza Popular, hoy el Partido Popular. Se alquila un local, se llama a un par de medios afectos a la causa, se leen tres o cuatro discursos laudatorios y se cuelga en las redes a mayor gloria del homenajeado.
Sucede, sin embargo, que el acto de reconocimiento del próximo jueves será la inauguración de un parque público (repito, público). Lo ha aprobado la junta de gobierno, un órgano local investido de potestades públicas. Repito, públicas. Más allá de filias y fobias, no parece que Hernán Díaz Cortés respetará en su quehacer político el principio de ejemplaridad que impone el ejercicio de cargo que desempeñó. Eso dice al menos, a través de sus sentencias, la Justicia. El ex alcalde acumula varias condenas firmes por delitos urbanísticos y una por blanqueo de capitales. Fue condenado por un delito de prevaricación a 17 años de inhabilitación. Y por otro de amenazas a un contrincante político. A día de hoy, aún tiene pendientes varias causas.
Cree uno que la toponimia de los pueblos dice mucho de los vecinos del lugar, de su historia, de sus valores. Las calles, las plazas, los parques, hablan de lo que fuimos, de nuestros oficios, de las personas que trabajaron por hacer ese espacio vital más digno, más decente, más justo. Al decidir a quiénes se las dedicamos estamos expresando cuales son nuestros principios, la forma en la que entendemos el viejo afán de convivir juntos, la pasión por la buena vecindad. Los presupuestos éticos y estéticos que nos hacen sentirnos orgullosos de la persona a la que le mostramos nuestro afecto y nuestro reconocimiento.
Rotular un espacio público es un acto de agradecimiento a quienes dejaron su huella indeleble en el mapa ético, social y emocional de la ciudad. Con educación, respeto a las reglas del juego y a los adversarios. No parece que sea el caso.