LOS MILAGROS DE LA SANIDAD PÚBLICA
Amanece el martes 28 de marzo, día en el que los japoneses celebran el Hanami, tradición que consiste en acudir a jardines y parques a admirar la belleza de los cerezos en flor. Tras una noche larga entre el sueño y la vigilia, tres parejas españolas de tres capitales distintas se dirigen a sus hospitales de referencia. A cada una de ellas las recibe un equipo de profesionales sanitarios que van a realizar un triple trasplante cruzado de riñón. Mejorar sustancialmente la calidad de vida de las personas, sin tener en cuenta sus posibilidades económicas, son rutinas extraordinarias que se dan a diario en los hospitales de este país y que no solemos advertir ni valorar lo suficiente. El progreso científico y la justicia social de la sanidad pública no deberían ponerse nunca en cuestión: sin un sistema de salud público y universal, los avances de la ciencia solo favorecerían a quienes pueden pagarlo, que son siempre una minoría.
A las ocho en punto de la mañana (la sincronía al minuto es imprescindible para el éxito de las operaciones) los tres donantes de cada una de las ciudades entran en quirófano. Las intervenciones se realizan por laparoscopia: basta una pequeña incisión para extraer el órgano. Antes de que los doctores finalicen su trabajo, los riñones son introducidos en una ambulancia que se dirigirá al aeropuerto, donde un vuelo regular los llevara a la ciudad de destino. En una de ellas, un monumental atasco en la carretera pone en peligro la llegada puntual de la ambulancia al pie del avión. La policía le abre paso y avisa a la torre de control que el avión que está a punto de despegar debe esperar obligatoriamente la llegada del órgano que se va a trasplantar.
Con los tres riñones ya en los hospitales de destino, a las cuatro de la tarde comienzan las intervenciones de las tres personas receptoras, que finalizarán sobre las ocho (los tres donantes hacen ya tiempo que han pasado a planta). La intervención consiste en conectar el nuevo a los dos que ya existen. La persona receptora vivirá el resto de su vida con tres riñones. A los trasplantados se les bajan las defensas para evitar el rechazo, así que pasarán un mínimo de 24 horas en la UCI y, posteriormente, cuatro días en aislamiento para evitar infecciones. Cuando las nuevas conducciones cicatricen y los médicos comprueben que filtran bien, se estima que en 10 o 12 días estarán en su casa.
Por cuestiones de confidencialidad y de protección de datos, no se pueden hacer públicas las ciudades que han intervenido en este trasplante cruzado. Pero cada familia sí puede contar su historia de salvación con nombre y apellidos. Y yo he venido aquí a hablar de la mía, de los míos. Mi cuñada Milagros Ramos Ruiz, tras cumplir el protocolo obligatorio de 5 años de espera de su tratamiento por una mastectomía, pasó a la lista de espera para el trasplante. Como ninguno de los dos le funcionaba correctamente, lleva años dializándose. Su marido, Juan Luis Arévalo Espinosa, se ofreció como donante, pero las pruebas médicas revelaron que no eran compatibles. Al fallar el plan A (la donación directa), los doctores le propusieron el trasplante cruzado, que consiste en que otras familias también incompatibles entre ellas intercambian sus órganos con personas de ciudades distintas.
A simple vista, todo parece muy sencillo. Pero es un trabajo ímprobo que hay que diseñar y ejecutar con la precisión de un relojero antiguo. Han sido muchísimos los estudios para buscar compatibilidades. Entre ellos, el de certificar que Juan Luis puede funcionar con un solo riñón. Los dos han pasado por un Comité Ético (el abogado del hospital y un psicólogo). Así mismo, por un Comité de Trasplante, que emitió informes que fueron entregados a un Juez, que es quien en última instancia autoriza el intercambio de órganos. Y ya con todos los papeles en regla, comienza la obra de orfebrería fina por parte de todos el personal implicado: coordinadores, urólogos, nefrólogos, anestesistas, enfermeras, auxiliares, celadores…
Ahora que la Sanidad Pública y sus profesionales están siendo sometidos a un desprestigio infame por parte de aquellos que buscan su privatización y, por tanto, el beneficio privado en detrimento de los derechos comunitarios, es justo y necesario contar la excelencia y el compromiso abnegado con el que trabajan los sanitarios de este país. Sin un sistema público de cuidados, es más que probable que Milagros y las otras dos personas que a partir de ahora tendrán una vida más saludable y, por lo tanto más feliz, no hubiera podido llevarse a cabo.
Pronto los seis podrán pasear juntos, con pausas y sin prisas, liberados ya por fin de la dictadura espacio temporal de la diálisis. Nosotros celebraremos, cada 28 de marzo, mientras los japoneses contemplan extasiados la belleza conmovedora de los cerezos en flor, el milagro, también hacia la luz y hacia la vida, que sucedió en el hospital público Puerta del Mar.