SEPTIEMBRE
La vuelta al cole de las nuevas generaciones es también, cada año, la vuelta al cole de sus ascendientes. Septiembre sigue oliendo, por muchos años que pasen, a goma de borrar de nata, a pegamento Imedio, a rotuladores Carioca, a libros sin estrenar. Porque hay paraísos en la memoria en los que los días se persiguen y el viejo almanaque de Terry, prendido de una alcayata mohosa a la pared desconchada de la cocina, sigue marcando las fechas en las que se fijaron, sin orden ni concierto, nuestros primeros recuerdos. Cuando uno es niño lo es para toda la vida.
Uno crece y descuida compañías y lugares. Y es bueno regresar de vez en cuando a aquellos compañeros de clase, a aquellas mañanas límpidas, a aquellos escenarios por los que el tiempo se ha olvidado de pasar. La ventanita de la calle Cruces de camino a SAFA, el patio de recreo en el que aún seguimos celebrando la alegría de vivir, el Liberato de la calle Vicario, la sesión infantil de los domingos en el Teatro Principal...
De esos espacios sagrados, siempre se vuelve, se tenga la edad que se tenga, hecho un chaval.