Blogia
El blog de Pepe Mendoza

SIGLOS DE FINO Y DE ROSAS

SIGLOS DE FINO Y DE ROSAS

Dicen los historiadores que la feria de El Puerto nació en 1281, año en el que el Rey Alfonso X, tras el otorgamiento de la Carta Puebla, concedió a la ciudad la celebración de dos ferias anuales. Hay papeles que lo certifican, y no seré yo el que lo ponga en duda, que de otra cosa no entenderé pero de historia medieval menos. La web Gente del Puerto, esa página en la que busques lo que busques siempre sale Luis Suárez, el jurista calé que es como Google pero mucho más completo (nuestro ilustrado vecino te devuelve siempre las consultas en papel de oficio, inmaculadamente escritas y con una adenda de flamenco), hay una completa información sobre el año en el que dejamos de ser los de Alcanate y aparecimos en los mapas con el nombre de Gran Puerto de Santa María.

Sin intentar enmendar la historia, le cuesta a uno, veterano festero todavía en activo, hacerse a la idea de que mucho antes de aquel acta fundacional, la peña no celebrara con la llegada del buen tiempo el milagro de estar vivo, aunque fuera a la intemperie y sin frigorífico. ¿Ni una humilde preferia hubo en la prehistoria? No me lo creo: de toda la vida de Dios y de Menesteo, este pueblo de arboledas perdidas y pasiones encontradas ha necesitado llegar por el dolor a la alegría. Porque, terminado el durísimo invierno, ¿no se iban a tomar nuestros primeros picapiedras coquineros tres o cuatro para celebrar la entrada del calorcito? ¿Cómo no pensar que se juntaban para beber y bailar alguna danza rara en las cuevas, aquellas primeras casetas de feria que precedieron a la mítica Tierra, Mar y Vino? No hubiéramos sobrevivido ni como especie ni como pueblo de no haber sido por esta fiesta fraterna de los sentidos.

Pasa la vida, pasan los milenios y, al final, lo que nos vamos a llevar son estos ratitos de esplendor en la feria y en la vida. Del “Yaba daba du” al “Sueña la margarita con ser Romerijo”, hay una infinidad de conversaciones agradables a pie de albero, millones de cuerpos bailando y fundiéndose en otros cuerpos nuevos, multitud de borracheras graciosas y una nostalgia de fino y de rosas más grande que el Gran Puerto de Santa María.

0 comentarios