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El blog de Pepe Mendoza

TRES METROS SOBRE EL CIELO

TRES METROS SOBRE EL CIELO

     El pasado domingo visitamos el belén de mi amigo Jesús Neva. Allí dentro, a resguardo de los rigores de la intemperie, entre amaneceres y noches cerradas, el susurro del agua agrandaba el silencio. Mientras contemplaba el pesebre, sentí la punzada certera del recuerdo.

     A la salida, mi hijo Pablo miró al cielo raso y vio, ayudado por la prodigiosa imaginación de sus pocos años, la estrella de Oriente. Sus hermanos mayores, incrédulos, le exigieron una prueba ocular que avalará ese acto de fe. Él, con el índice de la mano derecha apuntando al firmamento, empezó a recopilar para la causa estrellas dispersas y zurció, en un periquete, el cometa plateado -el primer GPS de la Historia- que llevó a los Magos hasta el portal.

     Pensé entonces que solo desde la nobleza de unos ojos limpios se puede atisbar el infinito misterio de la vida. Hay una alegría contagiosa en esas miradas recién inauguradas que revitaliza, cada diciembre, la aburrida Navidad de los mayores en la que los ritos languidecen en la costumbre. Una mirada que nos conduce gentilmente a aquel belén de la infancia en torno al cual los vecinos, al abrigo de una botella de anís y un barreño de pestiños, cantaban villancicos que se transmitían de generación en generación. Eran tiempos más duros pero también más nuestros, con celebraciones que tenían el sabor dulce de la fraternidad.

     Pero el niño crece y el belén se va haciendo cada año más pequeño, y verá los pastores cada vez más lejos, y la vida le irá enseñando que los cielos no son siempre azules, ni los inviernos cálidos, ni las estrellas brillan todas las madrugadas.

     Aún así, habrá que seguir creyendo en esas revelaciones infantiles que nos salvan de las desolaciones de la existencia. Conviene, pues, mirar al cielo de vez en cuando. Por si vuelve a cruzarlo la misma estrella remendada que, la otra noche, encendió los ojos de Pablo.

     (Diario de Cádiz, 30 de diciembre de 2010)

1 comentario

Carmen -

Aún estando a tres metros sobre él, seguiré mirandolo de vez en cuando. Diciendo adiós a los cielos azules de la inocente niñez te mando un saludo Pepe... te sigo leyendo