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El blog de Pepe Mendoza

ABUELAS INQUIETAS

ABUELAS INQUIETAS

ABUELAS INQUIETAS

     Lo cuenta Rosa Montero en una columna conmovedora. A primera hora de la mañana de un frío día de invierno, la profesora de un instituto público de Barcelona llega en su coche a la puerta del aparcamiento del centro. Una anciana se interpone en su paso y le pregunta si trabaja allí. La maestra asiente. La mujer le confiesa con timidez lo que anda buscando: “Me llamo Mari y tengo 82 años. He venido a la escuela porque me gustaría aprender a escribir".

     En El Puerto hay casi doscientas Maris y unos cuantos Pepes, de edades también avanzadas, recogiendo firmas para que se les restituya su legítimo derecho a disfrutar juntas de la aventura de saber. Son las alumnas de la escuela de mayores del Barrio Alto, que desde enero no pueden asistir a sus clases en el Palacio de Purullena. Un problema con el suministro eléctrico ha chapado el centro “hasta nuevo aviso”. En el edificio se imparten desde 2013 diversos talleres atendidos por monitoras, trabajadoras sociales y educadoras que, debido al parón, han pasado a engrosar las listas del desempleo.

     La avería es gorda, pero más gorda es la falta de luces de los responsables políticos, que deberían haber articulado, desde el mismo momento en que el problema dio la cara, una opción alternativa. Hacer posible lo necesario y lo que es justo sin dilaciones indebidas: en eso consiste gobernar. Por lo visto, no hay una mísera dependencia municipal que pueda acoger temporalmente a estas señoras hasta que el problema se resuelva. Cada día que pasan sin poder asistir a su colegio, como ellas le llaman, es un día en el que ganan por goleada los achaques que les acosan por fuera y por dentro.

     No sé nada en particular de esas mujeres. Pero es fácil reconocerlas. Forman parte de una generación infortunada que apenas pudo tomar asiento en sus pupitres porque desde niñas fueron condenadas a trabajar como mulas. Como la Mari de Rosa Montero, en el invierno de sus vidas, una mañana cruzaron el umbral de la casapuerta y se apuntaron, para aprender algo, en la escuela de mayores. Somos nosotros, que no hemos tomado el Ayuntamiento para exigir a gritos la reapertura de las clases, quienes no hemos aprendido todavía a respetar las canas  y el coraje moral de estas abuelas inquietas.

     (Diario de Cádiz, 13 de marzo de 2015)