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El blog de Pepe Mendoza

DESPEDIDA

DESPEDIDA

DESPEDIDA

     Un sábado de octubre como el de hoy, de hace ahora tres años, me subí a esta columna con la misma ilusión con la que de pequeño marineaba por los árboles del Camino de los Enamorados buscando piñas y gorriones. Fue Francisco Andrés Gallardo quien me prestó la escalera. Él fue también el que me ofreció un candié calentito con el que combatir el frío que a veces cala los huesos de quienes no escriben al abrigo del poder. Han sido, exactamente, setenta y siete columnas y quinientas noches.

      Durante este tiempo he procurado ser fiel al primer mandamiento del maestro Manuel Alcántara: no aburrir ni a Dios, sobre todas las cosas. Sé que no lo he conseguido, pero nadie puede quitarme la gloria del intento: la liturgia quincenal de asomarme a esta ventana con vistas al Guadalete, ha tenido más de gratificante que de tortuosa. Algunas muestras de solidaridad, un par de agradecimientos y otros tantos denuestos, me confirman que unos pocos me leyeron, esfuerzo impagable por el que doy sinceramente las gracias. También se las doy a Teresa Almendros y a su equipo, que me ampararon fraternalmente cuando recibí algún perdigonazo.

     Salgo del Alambique con más perplejidades y menos certezas de las que tenía, pero con amistades más anchas y contrastadas. Ni las musas, ni el Dios de los poetas, ni el hijo de Francisco de Asís hecho vasco, Ángel Angulo, han sabido explicarme por qué el verbo se hizo carne y la carne sustantivo. Quise ser dulce con el débil y feroz con el prepotente. Confirmé, a través de rostros y nombres, que la felicidad no necesita de la belleza tanto como la desventura. Y que los derrotados, vengan las crisis que vengan, seguirán siendo invencibles.

     Espero que no me hayan tomando nunca ni completamente en serio ni completamente en broma. Si algún jueves se aburren, pueden encontrarme en la  página cuatro de este mismo Diario. El jefe de todo esto aún no se ha dado cuenta de que yo de la realidad local no sabré, pero de la provincial, menos.

     Un último ruego: hagan ustedes el favor de ser felices.

     (Columna publicada en Diario de Cádiz el 11-09-2008)