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El blog de Pepe Mendoza

EL NOVIO DE LA MUERTE

EL NOVIO DE LA MUERTE

EL NOVIO DE LA MUERTE

     Cae sobre El Puerto el diluvio universal. Llueven también los rumores sobre el paradero de El Lute, un peligroso quinqui que la pasada Nochevieja se escapó del penal más seguro de España. Es martes, 19 de enero de 1971. Un Renault 8 atraviesa la barriada de El Pilar. En el coche van dos inspectores de la Brigada Criminal con un tipo que, como el fugitivo salmantino, va a ligar para siempre su historia personal a la de la ciudad. El coche para en un descampado. El individuo, de complexión atlética y con un bigotillo con el que homenajea a Cantinflas, su actor favorito, pregunta si le van a pegar. “Tú dinos dónde está el cuerpo y no te pasará nada”, le contesta uno de los policías. Él señala sin pestañear el sitio exacto, un albañal rodeado de retamas. Allí está el cadáver de su novia, Antonia Rodríguez Relinque, deficiente psíquica, que yace desnuda con una media atada al cuello. Lleva tres días muerta. Su asesino confiesa sonriendo que se ha pasado a verla las tres últimas noches y que las tres veces se acostó con ella. “¿Cómo has podido hacerlo?”, le espeta uno de los inspectores. “Así es mejor, porque no habla”, contesta.

     Manuel Delgado Villegas (1943-1998), El Arropiero, enfermo mental, analfabeto, disléxico y tartamudo, debe su apodo a su padre, que vendía arropías  por la ciudad. Su madre murió como consecuencia del parto. Nació con el cromosoma XYY y la pulsión criminal cosida a su código genético. En la Legión se hizo para siempre novio de la muerte. Allí aprendió que un golpe duro y seco en la garganta era suficiente para acabar con la vida de cualquiera. Disfrutaba matando.  

     Confesó 48 crímenes, aunque la policía sólo puedo acreditar su participación en 22.  Murió sin antecedentes penales porque nunca fue juzgado. Pasó veintiséis años en los psiquiátricos penitenciarios como preso preventivo. La reforma del Código Penal lo echó a la calle en enero de 1998. Falleció unos días más tarde en una calle de Mataró, con los pulmones podridos por la nicotina. 

     El Lute y el Arropiero pusieron El Puerto en el mapa y en los medios esos primeros días del año de 1971. Los niños de la época aún podemos verles acechándonos tras las esquinas de las calles oscuras de la infancia.

     (Diario de Cádiz, 27 de febrero de 2015)