Blogia
El blog de Pepe Mendoza

LA ESTRELLA REMENDADA

LA ESTRELLA REMENDADA

LA ESTRELLA REMENDADA

      Visité con mis hijos, el pasado sábado, el belén de La Aurora. Allí dentro, entre amaneceres y noches cerradas, a salvo de las inclemencias del tiempo, el susurro del agua agrandaba el silencio. A la salida, mi hijo Pablo miró al cielo raso y vió, ayudado por la prodigiosa imaginación de sus nueve años, la Estrella de Oriente. Sus hermanos mayores, incrédulos, le exigieron una prueba ocular que avalará ese acto de fé. Él, con el índice de la mano derecha apuntando al firmamento, empezó a recopilar para la causa estrellas dispersas, y zurció, en un periquete, el cometa plateado (el primer GPS de la Historia) que llevó a los Magos de Oriente hasta El Portal.

      Pensé, entonces, que si no volvemos a ser como niños, es imposible entrar en el Reino de la Navidad. Porque sólo desde la nobleza de unos ojos limpios se puede atisbar, siquiera un poco, el infinito misterio de la vida. Hay una alegría contagiosa en esas miradas recién inauguradas, que revitaliza, cada diciembre, la aburrida Navidad de los mayores. Una mirada que nos conduce, gentilmente, a aquel belén de la infancia en torno al cual los vecinos, al abrigo de una botella de anis y un barreño de pestiños, cantaban villancicos que se transmitian de generación en generación. O a la paciente impaciencia con la que contábamos los días que faltaban para que los Reyes volvieran a dejarnos sin la Diligencia Comansi, el Cine Exin, o el Ibertren.

      La pureza sustancial de la niñez, daba a aquellas Nochebuenas una autenticidad de la que hoy, desgraciadamente, carecen. Porque luego uno crece y empieza a traicionar al niño que fue, a convertir las felices pascuas en una feria de vanidades y mentiras, en la que ya no pinta nada aquella familia de desgraciados que tuvo que cobijarse en un establo porque no había sitio para ellos en la posada.

    Aún así, habrá que seguir creyendo en esas revelaciones infantiles que nos salvan de las desolaciones de la existencia. Conviene, pues, mirar al cielo de vez en cuando. Por si vuelve a cruzarlo la misma estrella remendada que, la otra noche, encendió los ojos de Pablo.

       (Columna publicada en Diario de Cádiz el 22-12-2007)