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El blog de Pepe Mendoza

TRABAJADORAS

TRABAJADORAS

TRABAJADORAS

     Escribo esta columna el martes 8 de marzo, día de la mujer trabajadora. Qué digo columna: esta plegaria civil, este ejercicio de acción de gracias. Este acto de fe en algunas de las muchas mujeres que me han marcado a sangre y afectos a lo largo de mi vida, que me ayudaron y me ayudan a ser y a estar.

     La mujer que me dio a luz en una habitación sin vistas de la Plaza de la Cárcel y me educó en la trabajosa disciplina de la libertad. La mujer de aquella primera miga de la calle las Cruces que me enseñó a leer y a escribir sentado en su regazo. La mujer de lutos rigurosos y olor a puchero que nos echaba un ojito cuando mi madre subía a la azotea a tender sábanas blancas y presagios negros. La mujer de mi barrio que rodeada de churumbeles, vendía, ¡niña, los caracoles!, a duro el vaso.

     La mujer que me adiestró en el arte de escribir a máquina, a la que le debo mi vida: mi vida laboral. La mujer que pese a los achaques y a las ofensas del tiempo sigue cantándole las verdades al barquero en estos tiempos oscuros. La mujer que los miércoles de los primeros 80 nos hablaba de lo torcidos que andan siempre, por los callejones del mundo, los derechos humanos. La mujer que al volver de la mili me pagó la primera mensualidad de la carrera porque en casa no podían, y que cuando le pedí explicaciones me dijo: tú puedes, tú debes.

     La mujer que aquella primavera sombría vio a su hija volar hasta el infinito y más allá y hoy entra en los hospitales regalando sonrisas a otros ángeles heridos. La mujer que me contagió la dignidad discreta de ser funcionario público y se asomó conmigo al abismo insondable que separa el estar sentado detrás o delante de la mesa en una oficina de empleo. La mujer que un día, en el suplemento dominical de El País, escribió la mentira piadosa de que yo era un columnista estupendo. La mujer que desde hace treinta años me ayuda cada mañana a buscar, con la elegancia con la que lo busca Batiatto, mi centro de gravedad permanente.

     Decía Camus que el sol que reinó en su infancia lo privó de todo resentimiento. A mí me pasa lo mismo con esta hermandad indestructible de mujeres de todas clases. Humildes astros que iluminan mi vida y que hacen que un tipo tan común como yo se levante cada mañana sintiéndose único. 

(Diario de Cádiz, 11 de marzo de 2016)

NOTA: La foto es de Rafa (Colección Encarni Pulido).