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El blog de Pepe Mendoza

VIVIR EN EL INFIERNO

VIVIR EN EL INFIERNO

VIVIR EN EL INFIERNO

     Es evidente que a mi tío Juan y a mi tía Lola Dios les ama. Si el Padre de todas las Criaturas existe, que esperemos que sí, y es ese Dios de los pobres, humano y sencillo al que le cantaban Los de Palacagüina, lo normal es que quiera con locura a una pareja venerable de más de 80 años que ha cumplido con creces el encargo de amar al prójimo como a sí mismos. Así que no hacía falta que ningún cristiano grafitero lo hiciera constar con pintura roja chillona en la puerta de su casa, ubicada, tal vez por su condición de trabajadores pobres, tal vez por culpa de un mal de ojo del destino, en el epicentro mismo del Infierno.

     A mis tíos, la justicia terrenal, sin embargo, parece que les odiara a muerte, pues llevan demasiado tiempo, junto a sus vecinos, dejados, literalmente, de la mano de Dios, sufriendo el ninguneo de las Administraciones, la violencia desquiciada de los traficantes, el cinismo canalla de los políticos. Hasta las ratas que se refugian en una vieja bodega abandonada, muy cerca de su casa, se han propuesto minarles la poca moral que les queda. Nadie merece un presente tan negro y amargo, y mucho menos dos personas que no han hecho otra cosa durante su vida que deslomarse de sol a sol, Juan subido a un andamio, Lola a una máquina de coser, buscando para sus hijos un porvenir más ancho y luminoso que el que a ellos les tocó en suerte.

     No les he dicho todavía que mis tíos sobreviven a sus achaques, a la impunidad de la que gozan los mercaderes de la droga y a la indiferencia de una clase política dedicada a menesteres más lustrosos, en  la Barriada José Antonio, ese albañal de El Puerto por el que la democracia se ha olvidado de pasar. Tras una existencia sacrificada y laboriosa, parece que no tienen derecho a disfrutar del invierno de la vida en un hogar cálido y tranquilo en el que envejecer en orden.

     Si Dios existe, que esperemos que sí, les debe amar mucho. Siquiera para compensar un poco la falta de compasión y el desprecio con el que les tratan los poderes públicos.  

     (Diario de Cádiz, 7 de abril de 2011)