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El blog de Pepe Mendoza

BOMBAS DE RUIDO

BOMBAS DE RUIDO

BOMBAS DE RUIDO

     Los teólogos postmodernos pueden decir lo que quieran, pero el Infierno existe y el próximo fin de semana desplazará sus unidades móviles a Valdelagrana. Los descendientes de Satán, eso sí, han cambiado mucho: hoy adoran a Valentino Rossi, cabalgan a lomos de calderas con dos ruedas y, en lugar de tridente, llevan una bomba de ruido en una mano y una botella de Beefeater en la otra. El averno, como ven, se ha remozado. Ahora no es el calor, sino el estruendo, el que hace insufrible la condena.

     Hasta hace muy poco, los asesinos de la paz urbana (no hablo, por Dios, de aquellos motoristas civilizados y respetuosos) se pasaban las leyes viales, con la complacencia indecente de nuestros munícipes, por el arco de Los Portales. Una sentencia del TSJA puso algo de cordura en aquella afrenta intolerable. Gracias al coraje civil de José Antonio Navalón, los vecinos del centro recuperaron la autoestima ciudadana. Hoy, vencida y desarmada la Ribera del Marisco, las tropas moteras perpetran sus fechorías donde les dejan. Este año, ya digo, parece que les dejarán en Valdelagrana.

     El Presidente de la Asociación de Vecinos de aquella zona ha declarado: "Lo que no se puede hacer es cerrar una parte de la ciudad, porque ello inevitablemente conlleva que los moteros se vayan a la parte que no se cierra.  A ver cuando empiezan a considerar en el Ayuntamiento que Valdelagrana también es El Puerto". A la hora de entregar esta columna, no nos consta que haya sido anexionada a la ciudad que está detrás de la Sierra de San Cristóbal.

     Entendemos, cómo no, su preocupación. La experiencia nos dice que hay alguien mas feliz, pero también más peligroso que un tonto con un lápiz: un tonto con una moto. Y la impotencia y el miedo se ciñen ahora sobre los lugareños de aquella hermosa playa,  temerosos de convertirse en rehenes de los vándalos del asfalto.

     Es verdad que algo hemos mejorado. Que hubo una concejala, hoy desencantada de la cosa pública, que puso unas briznas de compasión oficial en esa orgía que dinamita el sosiego público. Pero los cofrades de la hermandad de la goma quemada (lástima que sólo sean hermanos entre ellos) dejan, dicen, euros por un tubo de escape. Pues nada,  a divertirse.

     Y a los vecinos de Valdelagrana, suerte y que no les lleven, por delante, los demonios.

     (Columna publicada en Diario de Cádiz el 17-03-2007)