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El blog de Pepe Mendoza

CUERPOS

CUERPOS

CUERPOS

     ¿Qué fue antes, el verano o el cuerpo? ¿Se inventó el verano para alegrarle la vista al cuerpo o fue el verano el que quiso darse un homenaje poblando de cuerpos semidesnudos  paseos, terrazas y playas?

     La aparente comunión entre esta estación loca y la funda de piel que nos envuelve tiene, creo, más inconvenientes que ventajas. Vale que las barbacoas engrasan el cuerpo por dentro, que los baños lo untan de sal por fuera, que las siestas lo mecen sumergiéndolo en un silencio antiguo, de infancia. Vale. Pero cuánta crueldad ejerce esta época del año sobre aquellos a los que la madrastra naturaleza, el paso inexorable del tiempo, o una vida consagrada a la Cruzcampo, les dejó el armazón hecho unos zorros.  

     Sí, es verdad, la belleza está en el interior, lo esencial es invisible a los ojos y todo eso, pero el alma, por mucho que se transustancie, signifique lo que signifique esa palabra tan rara, es una prenda de invierno. Porque en julio y agosto, no me digan que no, todo se confabula contra aquellos que tienen un adefesio de cuerpo y, como mucho, solo pueden aspirar a ser simpáticos, ese halago piadoso que desde el punto de vista estético ya sabemos lo que significa.

     No todo el mundo es rubia, o monitor de salsa, o surfista, o miembro del deseado cuerpo de bomberos, o uno de esos soufflés con piernas, carne de espejos, incapaces de imaginar que haya vida más allá del perímetro de sus bíceps. Tener una pila de años, ser  rehén de Dukan (ese torturador de paladares que dice que el jamón es malo), o tener también a pan y agua a la de Ubrique, dificulta bastante transitar con decoro por esta travesía del año.

     Se asoma uno a la playa algunas tardes, echa una visual a alguno de esos cuerpos que quitan el hipo, y se le cae el alma a los pies (a lo mejor en eso consiste, quién sabe, la transustanciación del cuerpo).

     No, no es justo que solo un minoría pueda disfrutar sin complejos del deseo, los paseos por la orilla, el baile y las terrazas, y el resto no tengamos cuerpo para nada.

     (Diario de Cádiz, 28 de julio de 2011)