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El blog de Pepe Mendoza

EL CHICUCO RECADERO

EL CHICUCO RECADERO

EL CHICUCO RECADERO

     Conozco a un matrimonio portuense  rarísimo. Me lo presentó el otro día, en una magnifica crónica, Alejandro Barragán,  brillante y sagaz periodista de este Diario. Verán: además de ser heterosexuales, conviven y  trabajan juntos. Pero esperen, que acumulan más excentricidades: son jóvenes ¡y tienen memoria histórica! Otra singularidad más: creen a pies juntillas que el respeto al medio ambiente y al sosiego público son materiales imprescindibles en la arquitectura moral de nuestras ciudades.

      Para consumar tan extravagantes sueños, han montado una empresa, El Chicuco Recadero,  que rueda, desde el pasado mes de diciembre, por las calles del Puerto. Su actividad comercial es hacer mandaos ¡en bicicleta! Que usted necesita un poco de yerbabuena para el puchero y, con el frío que hace, no tiene ganas de salir a comprarla, El Chicuco Recadero le trae las matas que quiera. Que un martes tiene que ir a sellar el carnet del paro y en lugar de guardar cola prefiere darse una vuelta por Los Gitanos, el Chicuco Recadero la guarda por usted y le avisa al móvil un ratillo antes de que llegue su turno. Desconozco la totalidad de la oferta, pero se me ocurren otras tareas que a mí, particularmente, me vendrían de perillas: traerme un adjetivo que no encuentro, cogerme sitio en el bar El Chovi un sábado por la noche, abastecerme en mayo de Ebastel, en plena crisis alérgica.  

      Santi Mesa e Isabel Morillo, Sociedad Conyugal,  recuperan también, de los aljibes íntimos que alimentan el recuerdo, una parte de nuestro patrimonio histórico: la figura del niño de los recados, del chavalillo que hacía mandaos a lomos de una vieja bicicleta y que lo mismo servía para cobrar una letra que para ir comprar al Liberato el periódico "La Voz de la Bahía". Fieles a la estética de entonces, el Chicuco Recadero viste con el uniforme de la época, incorporando, eso sí, en aras de un mejor servicio, la velocidad de crucero de las nuevas tecnologías.

      Ya ven que hay gente para todo. Robinsones urbanos que aún creen en aquello que escribió Neruda: sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dara luz a todas las personas. Con pájaros que canten en vez de toser. Con jóvenes que respeten el legado de los que nos precedieron. Y con esa elegancia humilde, de otro tiempo, que da el hacer los recados en una vieja bicicleta.