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El blog de Pepe Mendoza

LA PASIÓN SEGÚN MACHADO

LA PASIÓN SEGÚN MACHADO

LA PASIÓN SEGÚN MACHADO

     Un verso evocando la infancia. Un poema recordando a Guiomar. Las primeras frases del "Ser o no ser" del Hamlet de Shakespeare. Es el inventario vital, derramado en palabras esparcidas por papeles arrugados, que Don Antonio Machado lleva consigo en los bolsillos del viejo abrigo que le cubre los días previos a su último viaje. La niñez, el amor, la muerte, esas estaciones de penitencia que conforman la procesión de la vida. Las únicas pertenencias de un hombre bueno que ya sólo recuerda la emoción de las cosas. De todo lo demás ha sido despojado. Hasta la vieja maleta, en la que porta sus escasos enseres, va a extraviarse al cruzar la frontera con Francia.

     Le acompañan, en su viacrucis hacía el exilio, su hermano José y su madre, también gravemente enferma. "¿Cuándo llegaremos a Sevilla?", pregunta la anciana a sus hijos en la confusión de la huida. "Tengo la certeza de que el extranjero significaría mi muerte", había declarado el poeta a un amigo unas semanas antes.

     No sobrevivirá a la pérdida de España, al dolor profundo del destierro. A las tres  y media de la tarde del día 22 de febrero de 1939, miércoles de ceniza, Don Antonio Machado fallece en Colliure. Tres días más tarde, moría, también de pena, su madre, Doña Ana Ruiz.

     Se refugia uno estos días en la confortadora sabiduría del poeta sevillano, en su ironía cordial, en su verdad amable, en su fe llena de dudas cuyo destino es "buscar siempre a Dios sin encontrarlo jamás". Una fe que proclama el orgullo de los humildes, la épica cotidiana de los vencidos, la rebeldía ante el poder establecido, que se contrapone al dócil masoquismo religioso de cierta devoción popular.

     Setenta años se han cumplido de la muerte del profesor de instituto que dejó escrito que nadie es más que nadie. El que nos sigue hablando de equipajes ligeros, de días azules, de infancias sencillas, del vino de las tabernas, de huertos claros y de limoneros, del viejo secreto de la filantropía.

     El hombre bueno que nos enseñó que en el amor, como en la religión, con la fe no es bastante.

     (Columna publicada en El Diario de Cádiz el 09-04-2009)