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El blog de Pepe Mendoza

LOS IGUALES PARA HOY

LOS IGUALES PARA HOY

LOS IGUALES PARA HOY

     Leo que la ONCE ha cumplido setenta y cinco años, y de pronto, por la cara (por la cara amable de esa infancia que a veces nos envía postales sin fecha con la letra antigua de un cuaderno Rubio), yo descumplo cuarenta, cuarenta iguales para hoy, quién me compra otro cupón. Es verano (siempre es verano cuando se asoma uno por la ventana de la memoria a la calle de su niñez), la mañana recién estrenada, el trasiego de esas primeras horas en la que los mayores se preparan en silencio para las dignidades del trabajo. Los mismos sonidos, los mismos olores, las mismas rutinas que en los ojos de un crío son siempre distintas. Hombres en bicicleta salen para los tajos; mujeres de lutos limpios, algo menos rigurosos en esta época del año, hacen la casapuerta. Se oyen ya a lo lejos, como una letanía civil, los primeros pregones: ¡las cemitas calentitas!, ¡hay higos!, ¡niña, los caracoles!,…

     Y, por supuesto, los iguales, aquellos sellitos de color celeste con el número de  tres cifras impreso en rojo. Lo vendían los más pobres de entre los pobres, los inútiles, según la despiadada terminología de la época, nada que ver con el reconocimiento social y profesional del que hoy goza el vendedor. Recuerdo sobre todo a Tonino, la ilusión pero también la bronca de todos los días, el viejo de la boina y el bastón que me enseñó algunos insultos con los que me desahogaba cuando me tocaba quedarme y me zurraban en el salto y múa. “Yo también me cagaría en todo todos los días si cuidando las vacas me hubiera explotado una granada en las manos y me hubiera quedado tuerto y con un cacho brazo menos, que me lo ha contado mi padre”, le decía yo a cualquier amigo que osara quejarse del carácter avinagrado de Tonino.

     A veces, buscando desesperadamente en el periódico del día algo sobre lo que escribir, aparece escondida entre sus páginas una postal que nos remite la infancia. En la de hoy, hay hombres y mujeres entrañables y diferentes que forman parte del paisaje sentimental del centro de El Puerto. Con un viejo bastón por lazarillo pregonan para los demás la misma suerte que a ellos les dio la espalda en la caprichosa lotería de la vida: ¡Cuarenta iguales para hoy, quién me compra otro cupón!

     (Diario de Cádiz, 7 de junio de 2013)