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El blog de Pepe Mendoza

ULTRAMARINOS LA GIRALDA

ULTRAMARINOS LA GIRALDA

ULTRAMARINOS LA GIRALDA

Todos guardamos en aquella casa de vecinos que aún nos habita una vieja alacena repleta de olores y sabores antiguos. En cuanto el olfato o el paladar cazan al vuelo un aroma de otro tiempo, el cerebro nos lo devuelve en forma de recuerdo. Detrás de ese recuerdo, al fondo de esa evocación luminosa, hay siempre un almacén. El almacén de la esquina.

El almacén de la esquina de El Puerto es, desde hace más de un siglo, La Giralda, nuestra más antigua tienda de proximidad. De proximidad sentimental. Situémonos en 1914, cuando el mundo se desangraba con la primera Gran Guerra. Un chaval, Antonio Ruiz González, “Tonino”, que había bajado de la montaña cántabra años antes y se había doctorado como chicuco y dependiente en tiendas de este pueblo bullicioso de marineros y arrumbadores, arrienda en la esquina de Luna con San Bartolomé dos habitaciones con vistas al porvenir. Y el porvenir fue generoso con él. Casi siempre los es con los que perseveran en sus afanes.

Muchos años y muchos sueños después, a Tonino empezaron a fallarle las fuerzas. Ya en el invierno de su vida, un día salió para siempre de detrás del mostrador, se quitó el babero beis y se lo entregó a su hijo Pepín. Pasaron solsticios y equinoccios, más días persiguiéndose, y  Pepín y Angelita Senior hicieron lo propio con sus hijos Alfonso y Angelita Junior. Les legó lo mismo que él recibió: la misma pasión, el mismo trabajo bien hecho. Tal vez como homenaje íntimo a sus mayores, Alfonso sigue llevando las cuentas a mano. Como su abuelo y su padre, él tampoco entiende nada que no puede apuntarse en un papel de estraza.

Se asoma uno a La Giralda y se reencuentra con un pasado ya lejano que rememora unos tiempos más duros pero en los que vivíamos más juntos. Y se ve en aquella tienda de la esquina de su calle esperando impaciente su turno, con la chivata en la mano y escuchando el palique sabio y elegante del dueño. Niño, te toca. Que dice mi madre que cuartoymita de chorizo, una tarrina de Tulicrem y una Casera de naranja. Y que se lo apunte.  Entrar en La Giralda es volver al territorio cálido y sagrado de la infancia. En una esquina rota de ese paraíso perdido hay siempre un almacén en el que huele y sabe a gloria bendita.

     (Diario de Cádiz, 12 de febrero de 2016) 

     Nota a pie de mostrador: La foto es del blog Cosas de Comé.