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El blog de Pepe Mendoza

VIDAS DE PAPEL

VIDAS DE PAPEL

     En los primeros años de su infancia chiripitifláutica, aquel crío flaco y apocado fue uno de los niños de Pandora, una joven que coleccionaba vientos y paraba por las mañanas en el libro de tercero de Senda. Con el primer estirón, una tarde plomiza de verano descubrió, mientras descansaba en bañador sentado en el escalón de la selva doméstica del corredor de su casa, que era el rey de los monos, de las lianas y de los infinitivos.

     La adolescencia le transmutó en Max Estrella, un escritor ciego amigo de Valle Inclán y de Elías Estíbaliz, el viejo profesor de lengua que encendía las clases con luces de bohemia y otras lecturas dramatizadas de los clásicos. Por aquella novia primera, fue el cartero de Neruda que copiaba con torpeza y el estómago hasta arriba de mariposas decenas de poemas de amor y algunas canciones desesperadas.

     A los veinte años, abandonó su triste condición de soldado de reemplazo y se convirtió en el protagonista de Las uvas de la ira, la novela que recrea los valores de la dignidad y la justicia social en la gran crisis económica de 1929. Cuando le preguntaron a Steinbeck por qué la escribió contestó lo siguiente: “Quiero colocarles la etiqueta de la vergüenza a los codiciosos cabrones que han causado esto”.

     A los treinta le prometió a Sancho, su compañero de andanzas, una amistad eterna e inquebrantable. Eso le salvó de la frustración vital de no poder desfacer todos los entuertos ni regalarle a su amigo la ínsula que sin duda merecía. Ya en plena madurez gozó de nuevo del amor en los tiempos del cólera, y mirándose al espejo se vio en el rostro de Florentino Ariza navegando abrazado a Fermina Daza en el camarote presidencial del buque Nueva Fidelidad, tras 53 años, 7 meses y 11 días con sus noches, en un ya eterno “ir y venir del carajo”.

     Cuando le llegue el invierno de la vida, mientras quema viejos leños, bebe viejos vinos y disfruta de los viejos amigos, conversará con aquel niño flaco y apocado. Recordarán entonces la de veces que fueron otros. La de aventuras que acometieron juntos para salvarse de una existencia vulgar y efímera. Qué hubiera sido de ambos sin esas supletorias vidas de papel. Sin la magia infantil y la pasión arrebatadora de la lectura.

     (Diario de Cádiz, 24 de abril de 2015) 

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