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El blog de Pepe Mendoza

MADERA DE MÁRTIR

MADERA DE MÁRTIR

     Mi amigo Enrique Bartolomé nos convocaba la pasada semana a reflexionar juntos sobre el trato desconsiderado con el que, a su juicio, algunos medios habían finiquitado los quince años de gobierno del ex alcalde Independiente. El refranero español le servía para centrar el argumento  de su columna: hacer leña del árbol caído es una actitud moralmente reprobable que debe ser desterrada del código de conducta de toda persona de bien. Considera que, desposeído Hernán, por sentencia condenatoria, de su condición de cargo público, es justo y necesario que cesen las hostilidades.

     No tengo nada que objetar, en principio, a ese desiderátum ético. Yo también creo, como Santo Tomás, que justicia sin misericordia es crueldad. Pero hay un matiz, imprescindible, que mi amigo soslaya, y que, pienso, invalida su tesis. El árbol caído sigue creyéndose el rey del bosque: está convencido de que la suya es una pérdida irreparable, una venganza orquestada que ni él, ni este pueblo que le venera, merecen.  Ni un adarme de autocrítica, ni el menor asomo de reconocimiento de culpa por los muchos trapicheos éticos y jurídicos en los que el gobierno que presidió se ha visto involucrado. Sostenella y no enmendalla: ha proclamado por activa y por pasiva que volvería a actuar como actúo, ha acusado a los medios de comunicación de influir en las decisiones judiciales, ha endosado a funcionarios y cargos de confianza aquellas actuaciones ilegales que por ley tenía atribuidas y se ha autoproclamado el mejor alcalde portuense de los últimos 75 años. Genio, figura y mártir. Él es rebelde porque el mundo y los resentidos de siempre le han hecho así.

     Comprendo que debe ser dificilísimo acostumbrarse a ser un ciudadano más, a abandonar privilegios, reverencias y palmeros, pero, desde que se hizo efectiva su condena, lejos de retirarse a los cuarteles de lo privado, ha continuado con sus particulares romerías públicas, moviéndose espasmódicamente para salir en la foto, a ser posible a hombros. La última aparición se produjo el pasado domingo en una ceremonia en la que fue fiel a la peña que le homenajeó. Allí, entre genuflexiones y vítores, continuo arremetiendo contra todo y contra todos.  

     El árbol ha caído, Enrique, pero, salvo a la  justicia, a nadie le interesa ya esa leña. Es el propio árbol el que se resiste a aceptar con elegancia el hachazo penal que le ha derribado.  Es el propio árbol el que se empeña en no dejarnos ver el bosque de un tiempo nuevo.

(Columna publicada en Diario de Cádiz el 12-08-2006)                           

           

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