EL MATERIALISMO DIALÉCTICO
"Si aún nos queda un remanente de sueños compartidos habrá que ir pensando en reflotarlos, cariño", me dijo el martes mi mujer, antes de salir de casa camino del trabajo. La frase, la verdad, me arrugó el ánimo, así que puse la radio del coche (Radio Marca, para qué voy a engañarles), con el propósito de espantar malos presagios. Hablaban de que Messi, a corto plazo, ofrecía una alta rentabilidad con un riesgo aparentemente bajo; Ronaldinho, sin embargo, se depreciaba a marchas forzadas.
Cuando llegué a la oficina, dos compañeras compartían confidencias en la máquina del café. "Hemos roto, no estoy dispuesta a seguir permitiéndole esa política sentimental expansiva", susurraba, con la voz entrecortada, la agraviada. "Los tipos de interés, qué estafa", espetó la otra.
La voz metálica de mi jefe tronó, al fondo del pasillo, reclamándome con urgencia en su despacho: "No se lo tome a mal, Mendoza, pero debería dejar de lado las decisiones unilaterales y esbozar una acción fuerte y coordinada en el Departamento. Hay una evidente crisis de credibilidad en su gestión, sus acciones son cada vez más tóxicas y percibo excesivas turbulencias en su manera de proceder que están contaminando todos los sistemas afectivos del Servicio", sentenció con la altanería que le caracteriza.
Pasé la mañana como buenamente pude. Recibí una llamada de mi cuñado, según él para inyectar confianza en nuestra relación, siempre al borde del colapso. Otra del tutor de mi hijo pequeño, quejándose de sus ofertas de depósitos, agresivas con el resto de compañeros. Otra de mi madre, recriminándome mis fluctuaciones de carácter. Y una de un amigo la mar de hipocondríaco, para contarme que se había vuelto a desplomar por tercera vez en la misma semana.
Salí de la oficina preguntándome cómo puñetas se reflotan los sueños. Llamé al psicólogo de la familia, pero me saltó el contestador de un asesor financiero.
Desde ayer estoy de baja por recesión. Todo esto es rarísimo.
(Columna publicada en Diario de Cádiz el 23-10-2008)
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