TEATRO P´TOS
Por lo que nos cuenta, muy bien contado siempre, Manolo Morillo, el Teatro Pedro Muñoz Seca cada vez se parece más al sanatorio de tuberculosos en el que Thomas Mann se inspiró para escribir La Montaña Mágica. Del un hombre, un voto, hemos pasado a un espectador, una expectoración. "Vamos al estreno, nos echamos unas toses y luego cenamos en Romerijo", es la propuesta de ocio con la que los tísicos cultos agasajan los sábados a sus respectivas cuando el partido de fútbol de la tele es malo.
Yo creo que la tos es la manera que tienen algunos de decirle a sus vecinos de butaca: "Mira, yo no soy Alonso de Santos, pero tampoco un figurante en la tragicomedia esta de la vida. Mi voz tosida tiene registros la mar de aprovechables". Me lo preguntaba el otro día un amigo con el que fui a ver Cantando bajo las balas, y que acabó blasfemando sobre el asiento: ¿De dónde salen tantos acatarrados? ¿Hay precios especiales en taquilla para griposos y alérgicos? ¿Regalan las entradas en las farmacias al comprar el Flutox?
Podemos entender que una persona que padezca de juanetes entre empujando en la sala, no por amor al arte escénico, sino por prescripción facultativa. O que un enfermo de hemorroides, si se siente y se sienta bien, no se pierda una obra, pues sabido es que los que sufren esa patología tan porculera (nunca mejor dicho) lo hacen en silencio, sin perturbar lo más mínimo el desarrollo del espectáculo. Pero, que me perdonen la ONG Asmáticos Con Fronteras Respiratorias y la Asociación de Amigos de la Carraspera: los que tienen la caja torácica desafinada deberían dedicarse a cultivar aficiones más prosaicas.
A mi no me tose nadie, va a declamar una noche de estas cualquier actor, por muy secundario que sea, harto de aguantar esas insoportables toses de ultratumba. Eso fue lo que hizo Emilio Laguna un día en el que, desesperado ante el ataque de un comando de talibanes del ejem, ejem que le estaban haciendo la actuación imposible, gritó desesperado a su compañero de escena: ¡Aquí viene la gente a morirse!
(Columna publicada en El Diario de Cádiz el 23-04-2009)
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