CUIDADO CON LA CABEZA
He leído que un ciudadano chino acudió al médico para que le recetaran algo contra las migrañas y terminó en la camilla de operaciones, pues tenía alojado en su cerebro un cuchillo de diez centímetros que le dejaron de recuerdo unos atracadores. Más de cuatro años ha estado Li Fu, que así se llama la víctima, con el arma blanca rebanándole la salud. Hasta que dieron con el diagnóstico definitivo, parece que los neurólogos, Li Fu, Li Fa, si me permiten el chiste malo. Creían que el pobre hombre se quejaba de vicio, como el llorón de Mourinho. Dice mucho de su capacidad de aguante que no se le haya ido la olla con el cuchillo dentro.
Tiene razón Kiko Narváez; menos caspa, podemos tener en la cabeza cualquier cosa: un rencor, una paranoia, un estribillo, una diarrea (mental). En algunas, habitan, incluso, con desigual éxito, dependiendo del individuo que la sostiene, cuadrillas de neuronas que en el caso de los varones es sabido que desbarran cada vez que se empeñan en acometer más de una tarea simultáneamente. Las neuronas de los pacifistas esos de Sortu, por ejemplo, han estado tanto tiempo patinando por los eriales yermos de la sinrazón y la barbarie, que ahora es difícil creerles cuando aseguran que debajo de las capuchas hay actividad cerebral tras más de cuarenta años presumiendo de encefalograma plano.
Cada cabeza, como cada casa, es un mundo. Dijo Hemingway que conocer a un hombre y conocer lo que tiene dentro de la cabeza son asuntos distintos, empeño que llevó hasta al extremo de descerrajarse la tapa de los sesos con una escopeta.
Qué misterio el de la azotea humana. ¿Qué tendrá en la cabeza doña Leire Pajín, la ministra que simula que gobierna y es socialista, como tienen que simular los actores en el escenario que fuman?
¿Y doña Celia Villalobos? ¿Qué hay dentro de la mollera de esa señora tan vulgar y maleducada? ¿Una cubertería entera? ¿Una cacerola, quizá, llena de caldo sin hueso de vaca?
(Diario de Cádiz, 24 de febrero de 2011)
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