DÍAS DE LUZ
Ver dormido a mi hijo pequeño por el retrovisor del coche la mañana en que salimos de viaje. Palabras que las olas de la nostalgia devuelven cada verano a la orilla gris de la memoria: priñaca, higos chumbos, avellanas de los toros, el peso la caló, jogailla, los quince baños. El asesinato freudiano del padre en su versión deportiva: un campeonato de ping pong y otro de mini golf en familia certifican que ya no soy el mejor competidor de la casa. La botella de agua fría de la nevera (agua del grifo, por supuesto) y esa felicidad antigua de volver a beber a morro y a escondidas.
Dos cuerpos traviesos, verano en la piel, reclamando una siesta. Una tarde olímpica despatarrado en el sofá, abanderando el mando a distancia, y unos cuantos negros con prisa (final de los 100 metros lisos) que terminan estresándome. El encuentro con un viejo conocido que continúa presumiendo, como siempre lleno de razón, de ser muy discreto: solo habla de él. Encerrarse a leer en el cuarto de baño y levantarse con las nalgas señaladas. Un paseo bien conversado por el centro, a la fresquita, con los bolsillos cargados de pipas. La mirada extraviada de mi padre y su cuerpo indefenso acercándose al final.
Una paella en casa con amigos: qué manera de comer, qué manera de charlar, qué manera de reír. Dos visitas seguidas a urgencias como acompañante y el buen hacer de unos profesionales a los que casi nadie respeta. Un baño de noche en la playa haciendo el cristo mirando a las estrellas. Un karaoke compartiendo escenario con Carlos Cano y María la portuguesa. Madrugadas de sábado entre el sueño y la penumbra, la imaginación asediada por los peores presagios hasta que oigo, por fin, el sonido liberador de la llave entrando en la cerradura de la puerta y los pasos de mis hijos que llegan sanos y salvos de los peligros del mundo.
Una frase para combatir juntos los rigores de un otoño que, más que caliente, uno intuye pornográfico desde el punto de vista social y económico, y que ya figura en la puerta de nuestro frigorífico como una forma humilde y digna de plantarle cara a la crisis: “Haz lo que debas lo mejor que puedas, y sé amable”.
(Diario de Cádiz, 31 de agosto de 2012)
3 comentarios
Carmen -
Manolo Morillo -
Abrazo.
María -
No dejes de contarnos esas cosas, porque en estos tiempos de desesperación, tus palabras hacen mucho bien.
Por cotidianas, por reales, por salvadoras............
Gracias, gracias.