DE HEROÍNAS Y HÉROES
Nadie que se haya atrevido alguna vez a emprender una aventura de verdad vuelva de ella tal como se fue. Debajo de sus gastados ropajes, de sus heridas interiores y exteriores, de su piel maltratada por las inclemencias del tiempo, el aventurero trae consigo una certeza, una convicción profunda. Más allá del fracaso o del éxito del viaje, el héroe que vuelve es otro. Se ha fajado en mil batallas, ha caminado por terribles parajes, se ha enfrentado a dragones, brujas y villanos, pero, sobre todo, ha descubierto el tesoro de su propia identidad. Los desafíos en las que se vio envuelto, el encuentro con desconocidos, las noches a la intemperie, le han marcado para siempre. Así de apasionante es la aventura. Así de apasionante es la aventura de la educación.
Como el último replicante de la película Blade Runner, las familias de las heroínas y héroes que están a punto de graduarse os hemos visto hacer cosas que vosotros no creeríais. Os hemos visto encerraros en vuestro cuarto con Nietzsche y salir horas más tarde con la misma cara de loco que él. Os hemos visto buscar desesperadamente por la casa la mano invisible de Adam Smith para pegarle un tajonazo y acabar de una vez con las fluctuaciones del mercado en particular y con los apuntes de economía en general. Os hemos oído recitar de carrerilla los nombres de los Jefes de Gobierno de la República como si fuera la alineación del Athletic de Bilbao. O pasar la sobremesa de tertulia con Antonio Machado, Federico García Lorca o Miguel Hernández, que es más emocionante y enriquecedor, dónde va a parar, que pasarla con Jorge Javier Vázquez, Belén Esteban o Kiko Matamoros.
El caso es que habéis tenido que superar miles de pruebas, con mayor o menor éxito. No habéis estado solos en la pelea. Habéis forjado para siempre amistades memorables. No os preocupéis si en alguna batalla fuisteis derrotados. Ni Sancho alcanzó nunca su deseada ínsula, ni Don Quijote tuvo tiempo de desfacer todos los entuertos, pero se tuvieron el uno al otro. Quien hace lo que puede no está obligado a más. Eso sí, que nadie pueda arrebataros la gloria de haberlo intentado. Al final, ya veréis como todo sale bien. Y si no sale bien, es que todavía no es el final.
No olvidéis nunca, por muy bien que os trate la vida, que fuisteis alumnas y alumnos de un instituto público. Es bueno recordarlo en esta época oscura de villanos sin conciencia que creen que la educación es un lujo que solo debe estar al alcance de los que puedan pagarla. Sin educación pública, tiene escrito Antonio Muñoz Molina, ni hay desarrollo, ni hay igualdad, ni hay nada. Gracias a la formación que habéis recibido, a eso que antiguamente se llamaba la instrucción pública, podréis contribuir a devolver a la sociedad lo que la sociedad os ha dado.
Decía el escritor Max Aub que uno es de donde hizo el bachillerato. Así que vosotros sois ya para siempre alumnos de este instituto en el que os hicisteis, también para siempre, hombres y mujeres. Ciudadanos y ciudadanas. Humildes heroínas y héroes que libraron descomunales batallas contra la ignorancia. Pescadores de sueños que navegaron juntos, sobre todo juntos, por las aguas cálidas y luminosas del Mar de Cádiz.
(Mi aportación al Acto de Graduación de 2º de Bachillerato del Instituto de Enseñanza Secundaria Mar de Cádiz, celebrado el 30 de mayo de 2014)
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