BRINDEMOS
Sin ser malo del todo, no pasará 2015 a mi historia personal como uno de los mejores años. Pero me tengo prohibido quejarme desde hace siglos. Perdí a una amiga del alma con la que quise mucho y con la que me sigo viendo casi a diario cuando el Más Allá y el Más Acá se funden en su frontera de penumbras. No pasé hambre, ni frío, ni sentí el desamparo del desamor, ni la salud me jugó malas pasadas más allá de algunos achaques propios de la edad. No olvidé ninguno de los 365 días pasados mi estatus injusto de privilegiado. Pertenezco por una de esas extrañas carambolas del destino a ese porcentaje ínfimo de seres humanos que tiene sus necesidades básicas cubiertas. Es mucho más de lo que merezco.
Es bueno recordar, también, que no es el tiempo lo que pasa, sino nosotros mismos. Cuando ya tenemos empaquetados estos doce meses para subirlos al altillo de la memoria, hay que volver otra vez a Don Antonio Machado: Ni el pasado ha muerto, ni está el mañana ni el ayer escrito. Así que habrá que seguir caligrafiando a veces con trazo firme, a veces con el pulso tembloroso, este relato personal en el que se entrecruzan el drama, la comedia y la magia, y en el que somos el actor o la actriz principal.
El relato trata de dejar una herencia digna y decente en lugar de una vida en ruinas. De buscar nuevas aventuras en las que desfacer los entuertos que nos impiden ser felices y hacer felices a los demás. Como dice Juan Talllón, adentrándose en la niebla como si tras ella esperase Ingrid Bergman para subir a un avión y huir de Casablanca.
Brindemos, pues, por la hazaña de seguir vivos, todo un milagro tal como están las cosas. Salud.
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