NUESTRO AMIGO MARCO
El niño que vivía en un pueblo italiano, al pie de la montaña. El chiquillo que iba de Los Apeninos a Los Andes como si fuera del Distrito 21 a Fermesa. El hijo pequeño de Pietro y Anna, de los Rossi de toda la vida, acaba de cumplir 40. Su fotograma de nacimiento dice que es japonés, y que fue dado a luz el 4 de enero de 1976. Ciudadano del mundo y de las cordilleras, cruzó Los Pirineos para este lado un sábado de enero de 1977, a eso de las tres y pico, justo después de que Lalo Azcona recogiera los papeles del telediario.
Yo entonces no lo sabía, pero los Rossi, como la mayoría de las que vivían en mi barrio, eran también una familia desestructurada. Un padre más flojo que un muelleguita, un hermano mayor que iba a lo suyo y una madre que un día se quitó de en medio. Y Marco, claro, que llevaba un zurrón en la cintura y un mono blanco en la cabeza. Nosotros también teníamos un mono en casa, pero era azul y de Osborne.
Casi un año estuvo aquella familia dándonos las sobremesas de los sábados. 52 capítulos, 52, nos pasamos gritando como un conjuro no te vayas mamá, no te alejes de mí, todos buscando desesperados a la señora Anna, sin Paco Lobatón, sin móvil y sin Facebook. Un sinvivir. En cuanto acababa el episodio, mis amigos y yo bajábamos corriendo a la plazoleta para hacer terapia de grupo. “En el siguiente ya la encuentra, que lo ha visto mi hermana en el Teleprograma”, decía siempre el optimista de la pandilla para elevarnos la moral.
Fue tal el estado de orfandad y de angustia que provocó en los niños la serie, que TVE comenzó a emitir los capítulos de dos en dos, para acabar cuanto antes con esa tristísima odisea y adelantar el feliz reencuentro de madre e hijo. Cada vez que la mía tardaba en volver de la plaza de abastos yo rezaba para mis adentros, Dios mío, Dios mío, sí se ha ido a la Argentina que sea al ultramarinos.
Como entonces no había psicólogos ni pedagogos ni supernannys, nunca sabremos cómo nos afectó por dentro aquella pena tan grande. Igual tiene que ver con otras habitaciones oscuras de mi infancia, pero yo sigo poniéndome nervioso cuando me acerco a casa de mi madre y no está.
El hijo pequeño de Pietro y Anna acaba de cumplir 40. Parece que fue ayer cuando se presentó aquel sábado en el salón de casa. Qué rápido pasan en la no ficción los capítulos del relato de la vida de uno.
(Diario de Cádiz, 26 de febrero de 2016)
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