SONIDOS ETERNOS
La bocina del Vaporcito, que daba las horas por lo civil y por lo popular. La flauta del afilador, convocando, en un maridaje peligroso, a los cuchillos y al levante. El motor atorado del isocarro. El chirrido de la máquina de cortar fiambre de la tienda de Manolo. El himno del Racing tronando por los altavoces mientras los jugadores estiraban los músculos y nosotros el paquete de pipas Churruca. Veinte iguales para hoy, ¿quién me compra otro cupón?
La válvula de la olla exprés suspirando un puchero. El jarrillo de lata buceando en la tinaja. La maquinilla eléctrica de mi padre. La Alfa de mi madre cabalgando sobre un mantón de Manila. La carraspera del transistor desintonizado. El rebobinado de la cinta de casete. El tic tac del despertador gigante de la mesita de noche de mi abuelo Paco. La rueda del teléfono fijo yendo y volviendo de los números. El chasquido al romper los sobres de los cromos y los golpes para que quedaran bien pegados en el álbum. El dado del parchís bailando agitado en el cubilete. Había una vez un circo que alegraba siempre el corazón…
La tiza de color dibujando la fecha al noroeste de la pizarra. Las tijeras atravesando inexpugnables la cartulina. El pelo de la sierra de marquetería escarbando en la madera. El crujir de los escalones que nos llevaban, mariquita el último, al gallinero del Teatro Principal. Los primeros compases del NODO y el rugido desganado del león de la Metro. El balón golpeando contra la pared las tardes en las que no bajaba nadie a jugar. En la caseta de Información se encuentra un niño que se ha perdido, viste bañador rojo y dice llamarse Miguel.
El silbido de la piedra saliendo del tiraó. La bola de la máquina de flippers de El Gazpacho chocándose con todo y nosotros empujándola a golpes de cadera apara que no bajara nunca. El disparo seco del lateral izquierdo del futbolín. La sirena de la SAFA. El crepitar metálico de la máquina de escribir. El chirrido de las gomas de los coches choques sobre la pista de Crevillet. Libre, libre, quiero ser, quiero ser, quiero ser libre…
Sonidos eternos que forman parte de la banda sonora doméstica de la vida de uno. Yo los sigo escuchando, a lo lejos, aunque ya apenas suenen. Son la memoria auditiva de nuestra biografía.
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