JUANLUMAN
Es sabido que la familiar y noble figura del cuñao ya no es lo que era. De unos años para acá, el término cuñadismo se ha hecho un sitio en el lenguaje colectivo. Cuñadismo: dícese de la tendencia compulsiva que algunos tienen a opinar sobre cualquier asunto, aunque no tengan ni puta idea, queriendo aparentar ser más listos que los demás. Es lo que antaño conocíamos como el maestro liendres, que de todo sabe y de nada entiende. O el típico enterao de toda la vida de Dios, ese espécimen que habita en oficinas, obras, bares, campos de fútbol y demás espacios narrativos. Atrás quedaron los tiempos del Risitas y el Peito, aquellos cuñaos entrañables y cachondísimos que se llevaban divinamente y que tenían un amigo común que se partía de risa escuchándolos mientras fumaba como un carretero.
El cuñado, ya digo, ha degenerado y es una pena. Enciende uno la televisión y solo salen cuñados que nos miran por encima del hombro y se ríen de nosotros con una desfachatez insultante y provocadora. El cuñao Pedro Sánchez, el cuñao Pablo Casado, el cuñao Alberto Rivera, el cuñao Pablo Iglesias, el cuñao Santiago Abascal… Si el hombre es un lobo para el hombre, el político actual es un cuñao para el ciudadano.
Pero no hay que irse tan lejos. Todos tenemos ejemplos cercanos de cuñaos encantadores y de cuñaos insoportables. Hay cuñaos y cuñaos. Repito: hay cuñaos y cuñaos. Mi cuñao Juan Luis, por ejemplo, forma parte de la vieja estirpe de los cuñaos que merecen la pena, un tipo al que uno ve siempre con una capa invisible de superhéroe, una sonrisa sempiterna que se traduce en un afán generoso por servir y una cámara de fotos colgada al cuello con las que caza los mejores instantes de nuestras vidas. De nuestras vidas juntos.
El cuñao Juan Luis, a partir de ahora Juanluman, es tan multidisciplinar como el genial Mortadelo, solo que él, en lugar de disfrazarse, ejerce los más variopintos oficios y tareas con la ropa de diario. Juanluman puede ser en un mismo día un fotógrafo genial, un escrupuloso técnico de Hacienda, un contable eficaz, un exigente entrenador de natación, un informático de reconocido prestigio, un esforzado amo de casa o un veterano entrenador de baloncesto, entre otras muchas ocupaciones que él ejerce siempre con una generosidad fuera de lo común. No va a haber paro en Cádiz, si todo el trabajo lo tiene él.
Los días de Juanluman, curiosamente, tienen las mismas horas que los nuestros, los mismos amaneceres y las mismas puestas de sol, pero a él le cunden mucho más que nosotros, supongo que porque el tiempo de los superhéroes se cuenta de una manera distinta a la del resto de los mortales. Hoy cumple 60 tacos. Vale nos lo creemos, pero me da que, tatachán, tatachán, la cifra es engañosa y tiene truco. Igual se rige por el calendario especial de los superhéroes y tiene 120, pues es imposible desde el punto de vista humano haber hecho tanto en apenas seis décadas de nada. Pero es que además, quién sabe, también podría ser familia lejana de Benjamin Button aquel personaje interpretado por Brad Pitt que rejuvenecía conforme iban pasando los años. ¿Creéis que estoy exagerando? Pedidle una foto de cuando tenía 25 (gafas ahumadas de culillo de botella, bigote a lo Clark Gable y uma novia que parecía su prima chica) y compararla con el Juanluman actual.
Si no fuera porque es imposible, a mí en mi próxima reencarnación me gustaría ser como él. Tan buen cuñao en el sentido más antiguo y noble de la palabra. 60 tacos cumple hoy según dice él que dice su partida de nacimiento. No sé, no sé. Por lo trabajado debe ser más viejo que el hilo negro. Por su apariencia parece un joven madurito. No sé, no sé. Igual es que los superhéroes no tienen edad.
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