UNA CUESTIÓN DE CLASE
Como el cariño verdadero, la clase ni se compra ni se vende. Se tiene o no se tiene, más allá de la instrucción recibida, la ideología que se abrace o la profesión que se ejerza. Cruzarse con alguien que cultiva esa elegancia interior es un lujo que nos hace mejores.
Sucede que hoy la clase es un bien tan escaso como el trabajo o la vergüenza. Padecemos, por el contrario, un enorme excedente de vulgaridad y grosería. En política, por ejemplo, la derecha española cuenta con verdaderos cracks en las malas artes de escupir sobre la dignidad del contrario: Miguel Ángel Rodríguez o Salvador Sostres son sólo dos de los mejores activos del siniestro gremio de los que disfrutan envenenando la convivencia.
Hay también una cierta izquierda que desprecia los buenos modales, tal vez porque los considera vicios pequeño burgueses propios de la hipocresía conservadora. Pero para un servidor, que sigue siendo, si no rojo, al menos, infrarrojo, las formas son tan importantes como el fondo. ¿Qué es la democracia, sino una cuestión de formas?
Viene todo esto a cuento por las declaraciones que el señor Barroso hizo a este periódico tras perder el 22-M por goleada, a manos, según él, de una mujer incapaz, "un secarral, políticamente hablando… que tiene otras virtudes que en los tiempos que corren son bastante notables y cunden bastante. Como Belén Esteban, que decían que de presentarse a unas elecciones podía ser la tercera más dotada". La derrota, decía Borges, tiene una dignidad que la victoria no conoce. Barroso, parece que tampoco.
La conciencia de clase, como ven, no garantiza la clase a secas. Ni los viajes. Ni haber sido alcalde (que en griego significa "justo") durante tantos años. El machismo leninismo es una cáncer que ataca incluso a los intelectuales más comprometidos de la vanguardia.
Por cierto, habría estado bien que alguna mujer de IU hubiera salido, en público, a defender a Maribel Peinado. No solo por una cuestión de solidaridad de género. También por una cuestión de clase.
Sucede que hoy la clase es un bien tan escaso como el trabajo o la vergüenza. Padecemos, por el contrario, un enorme excedente de vulgaridad y grosería. En política, por ejemplo, la derecha española cuenta con verdaderos cracks en las malas artes de escupir sobre la dignidad del contrario: Miguel Ángel Rodríguez o Salvador Sostres son sólo dos de los mejores activos del siniestro gremio de los que disfrutan envenenando la convivencia.
Hay también una cierta izquierda que desprecia los buenos modales, tal vez porque los considera vicios pequeño burgueses propios de la hipocresía conservadora. Pero para un servidor, que sigue siendo, si no rojo, al menos, infrarrojo, las formas son tan importantes como el fondo. ¿Qué es la democracia, sino una cuestión de formas?
Viene todo esto a cuento por las declaraciones que el señor Barroso hizo a este periódico tras perder el 22-M por goleada, a manos, según él, de una mujer incapaz, "un secarral, políticamente hablando… que tiene otras virtudes que en los tiempos que corren son bastante notables y cunden bastante. Como Belén Esteban, que decían que de presentarse a unas elecciones podía ser la tercera más dotada". La derrota, decía Borges, tiene una dignidad que la victoria no conoce. Barroso, parece que tampoco.
La conciencia de clase, como ven, no garantiza la clase a secas. Ni los viajes. Ni haber sido alcalde (que en griego significa "justo") durante tantos años. El machismo leninismo es una cáncer que ataca incluso a los intelectuales más comprometidos de la vanguardia.
Por cierto, habría estado bien que alguna mujer de IU hubiera salido, en público, a defender a Maribel Peinado. No solo por una cuestión de solidaridad de género. También por una cuestión de clase.
(Diario de Cádiz, 2 de junio de 2011)