ES LO QUE TOCA
Nos daba en la nariz que este año iba a ser, porque el número era una preciosidad. Habíamos soñado muchas veces que periodistas y banqueros se apostaban en nuestra casa, como en los programas esos del corazón, esperando que saliéramos a la calle detrás de unas cuantas botellas de cava. Que, por fin, el tantas veces ensayado corte de mangas al imbécil del jefe, iba a proyectarse más allá del espejo de nuestro cuarto de baño. Pero nada, ni la pedrea. De nuevo el manido recurso a la salud, a lo bueno que estamos y al buen tipo que tenemos. Otra vez a contemplar en la tele, muertos de envidia, los rostros exultantes de los afortunados; el orgullo humilde de los loteros que han llenado de prosperidad el porvenir de sus convecinos. Y para nosotros, agua y ajo. Otra vez. Es lo que toca.
La lotería, ustedes ya lo saben, es de derechas. A los ricos (y a algunos políticos) les suele tocar mucho. Las matemáticas, como el algodón, no engañan: la gente de dinero compra muchos más billetes y, en consecuencia, tienen muchas más posibilidades de ver sus décimos premiados. Los pobres, por el contrario, llevan el mal fario pegado a los talones, y cuando salen en los periódicos, es para amargarnos la blanca Navidad. Ahí tienen, por ejemplo, esos belenes vivientes que nadie visita: los 1.821 hogares portuenses que, según la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, han sido agraciados en la rueda del infortunio con el estigma de la exclusión social. Y los que no somos ni pobres ni ricos, sino todo lo contrario, a rezarle a la Virgen, como el jorobado.
La vida es una tómbola, ton ton tómbola, pero la luz y el color con que queramos pintarla va a depender mucho más del esfuerzo personal que de los caprichos arbitrarios de la suerte. Ya sé que esta clase de lirismos no se llevan, que corren malos tiempos para apelar a los valores en un mundo en el que el único desprendimiento importante es el de retina. Mas el amor al trabajo bien hecho, reírse de uno mismo, defender un derecho o situarse del lado de los decentes, son regalos que no salen de ningún bombo, pero encandilan, y de qué forma, el corazón humano.
Si ayer pillaron algo y les sirve para tapar socavones, mi más sincera enhorabuena. Y si no, felices fiestas y a seguir disfrutando de esa mala salud de hierro. Desengañémonos de una vez: sólo la voluntad y la belleza de espíritu reparten premios cuantiosos todos los días.
(Artículo publicado en Diario de Cádiz el 23-12-2006)
2 comentarios
Santi -
Un abrazo.
pedro -