MALOS HÁBITOS
La semana pasada, unos descerebrados felicitaron las pascuas a los fieles de la Iglesia de la Palma con un crisma macabro que dejaron impreso en la fachada del edificio. Frases alusivas a Yahvé, cruces invertidas, todo ello rebozado con aceite de motor, sesos y trozos de hígado animal, son los ingredientes del menú satánico de este club de bárbaros, que piensa (es un decir) que "la única iglesia que ilumina es la que arde". No es la primera vez que sucede. Las agresiones han sido denunciadas ante la policía nacional, que ya ha abierto diligencias. Caiga la acción de la justicia civil sobre estos profanadores de la libertad de cultos y, como pena accesoria, oblíguese a los mismos a leer (si saben) el artículo 16 de la Constitución española.
Dicho esto, me llama poderosamente la atención que el párroco crea que la raíz del problema es "la ola de laicismo que se vive". No dijo la anorexia ética en la que estamos educando a nuestros hijos. Ni el abismo intolerable que separa a los satisfechos de los carenciados. Ni la arrogancia pendenciera que propagan a diario muchos creadores de opinión (algunos con un insoportable hedor a nacionalcatolicismo). No. Dijo, "la ola de laicismo que se vive", que viene a ser la versión moderna de aquella máxima de Dostoievski: si Dios no existe, todo está permitido. Y aquél que se atreva a negar la primacía del Altísimo, es sospechoso de algo. Sin ese reconocimiento, parece que el camino hacia la degradación moral es irreversible: se empieza por asesinar al vecino de enfrente y se termina faltando a misa los domingos y fiestas de guardar.
He tenido muchas veces la impresión de que, a los ojos de algunos católicos, el que sólo cree en el cielo raso y defiende una sociedad laica, es un pobre diablo, un discapacitado espiritual digno de compasión. Tengo amigos ateos, sin embargo, que han hecho de la fraternidad su primer mandamiento. Por el contrario, también conozco a cristianos que deberían ir buscando ya un buen abogado para el Juicio Final.
Argumentar que "la ola de laicismo que se vive" es la causante del vandalismo contra La Palma, es tanto como responsabilizar a la Cruzcampo de la celebración de los macro botellones. O culpar a los Magos de Oriente del consumismo obsceno que hemos vivido estos días.
Más que una ola, lo que nos inunda es un tsunami de mala educación.
(Columna publicada en Diario de Cádiz el 06-01-2007)
2 comentarios
DIEGO M. GOMILA -
Inma, sí, yo, la misma -