14 de abril
Ahora que ignoramos quiénes somos, de dónde venimos y a dónde nos llevan; ahora que no sabemos si esto es un reino crispado, una colonia del Imperio, una Champion de realidades nacionales o una viñeta de Forges, no está de más recordar que tal día como hoy, hace 76 años, España fue una República de trabajadores de todas clases.
Conviene también no olvidar que esta temporada, además del amarillo y los tejidos suaves adaptados a la figura, se lleva el alzheimer histórico y el revisionismo neocon. Pese a la manipulación obscena de quienes quieren rescribir los renglones torcidos de nuestro pasado, en aquellas elecciones municipales los españoles decidieron mayoritariamente que la democracia sólo podía construirse con decoro sobre los cimientos de la igualdad. Esa decisión soberana supuso, a la sazón, situar a los reyes en esos lugares comunes en los que serán siempre bien considerados: en el Portal de Belén, en los cuentos y en la baraja. Se abolió, siquiera por unos minutos, en el reloj de sangre de nuestra historia, el poder absoluto y machista de la bragueta, dando paso a las luces de la modernidad y la razón.
Pero no fue sólo esa conquista, que concedía la misma dignidad a príncipes y mendigos, la única que llenó de esperanza las calles de este país. Aunque las bajas pulsiones se centran hoy sobre la península y el Dragón Rapide planea cada mañana por las ondas, hay logros de aquel tiempo que no admiten discusión: la asistencia sanitaria pública, el sufragio femenino, la efectiva separación de poderes, la hermosa osadía de dar letra al iletrado y llevar la educación hasta los pueblos más remotos...
Aquella mañana radiante (también climatológicamente hablando) yo, obviamente, no estaba. Pero eso es lo de menos, porque lo he leído muchas veces y porque he tenido la inmensa suerte de conocer a algunos militantes obreros (de esos que vivían para y no de la política) que me hablaron, con el orgullo humilde de los vencidos, de aquellos días en los que el pueblo español creyó ser dueño de su destino.
Por lo demás, a nuestra ciudad, el nuevo régimen llegó aquel día a la hora de la merienda, tras una siesta de siglos de sumisión y hambre, y la bandera tricolor ondeó, a la caída de la tarde y de los privilegios, en la Plaza Peral.
Salud y República.
(Columna publicada en Diario de Cádiz el 14-04-2007)
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