UN MAL SUEÑO
Anoche tuve una pesadilla horrorosa. Déjeme contarla. Andaba yo enfrascado en los últimos detalles de la columna que usted tiene ahora por delante. Mero bricolaje gramático: unas abrazaderas para fijar el título, una bombilla de más vatios para iluminar la idea principal, un poco de cemento en las juntas de los párrafos, un repelladito a las subordinadas. Arreglillos varios, en fin, para fijar, limpiar y dar esplendor a los 2.300 caracteres que conforman la estructura de este artículo de primera necesidad.
De pronto, llamaron a la puerta. Eran mis vecinos de página, la Comunidad de Propietarios El Alambique (les sitúo: según se entra en lo Local, tercera página a la derecha, Costa Noreste). Estaban todos, pero fue Rafael Gómez Ojeda, compañero con el que en régimen de multipropiedad comparto esta esquina los sábados, quien alargó la mano y me dio un papel. Vi que era un escrito del Juzgado y me temí lo peor.
Sumido en un estado de enajenación verbal transitoria, comencé a leerlo. El TSJ de Andalucía me condenaba, por construcción ilegal, a demoler esta columna. La sentencia era firme: no cabían recursos, ni siquiera literarios. Alguien me había denunciado por redactar las líneas finales de mi último alambique en el suelo protegido de la Publicidad. De nada sirvió alegar que tenía un permiso de palabra (nunca mejor dicho) de Teresa, la jefa de esto. Que el propio periódico me había facilitado el enganche a la luz ilustrada de sus 140 años de historia.
No hubo clemencia. El agente judicial me obligó a desalojarla y a depositar mis pertenencias en los márgenes, más concretamente en la sangría del primer párrafo. Le hice ver que ese espacio era muy pequeño para acumular tantas letras. La letra, con sangre, entra, me contestó malhumorado el funcionario.
Agrupé en las cajas más grandes los sujetos y los predicados. En las cajas medianas, introduje, apretándolos mucho, sustantivos, adjetivos y adverbios. Y en las más pequeñas apilé las conjunciones, las interjecciones y los signos de puntuación. Cuando terminé de empaquetar eché en falta un par de objetos: el directo y el indirecto. También perdí, en el recuento, el tarro de las preposiciones y un paquetito de frases hechas.
Anoche mientras dormía, soñé, maldita obsesión, que esta columna yacía en medio de un socavón.
(Columna publicada en Diario de Cádiz el 04-08-2007)
2 comentarios
Glenda -
un paseo breve por tu blog y un abrazo enorme. E
Mariasun -