SANTI Y MONTSE
El lince ibérico, sí, y la decencia, y la buena vecindad, y el sentido del humor, pero la familia, la que viene cosida al ADN y la que uno elige para combatir la insoportable levedad del ser, no creemos que haya estado nunca en peligro. Es más, por mucho que algunos se empeñen en ponernos mal cuerpo y peor alma sobre el estado de esa institución que debería alimentarse de gestos más que de doctrinas, de compasión más que de papeles estampillados, estamos convencidos de su pervivencia en el tiempo. El trajín humano de querernos, con y sin papeles, no corre, por ahora, peligro de extinción.
Para quien ose mantener lo contrario, tenemos una prueba irrefutable que avala formalmente nuestro optimismo en esa cooperativa de afectos: hoy se casan Santi y Montse, amigos y residentes en esta esquina del Paraiso, pareja que cree en un Dios nadapoderoso, que aflige a los consolados y consuela a los aflijidos. Cuando el amor y la fé vienen así de esa manera, sabido es que uno no tiene la culpa.
Así que podemos estar tranquilos. Se casan Santi y Montse, lo que quiere decir que la familia, muy bien, gracias. Seguirá siendo hermoso verles amarse en estos tiempos revueltos.
(Para ellos, y para Marién, con quienes tanto queremos)
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