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El blog de Pepe Mendoza

DISCULPEN LAS MOLESTIAS

DISCULPEN LAS MOLESTIAS

     Buenos días, señoras y señores. ¿Tienen cinco minutos? Pedir no es fácil para nadie, pero si triste es de pedir, más triste es de robar. No, no necesito dinero. Mi crisis no es económica, sino existencial: un complejo problema de desdoblamiento interior, un trastorno atípico de la personalidad. No tengo claro quién soy, así que solo quiero que me digan si mi cara les suena.

     Creo que fue Dostoievski el que escribió que, por lo menos, somos cinco o seis: un místico, un pragmático, un avaro, un vagabundo, un jugador, un idiota. O sea, que la cosa no es tan sencilla como aseguró Ortega, que pensaba que uno sólo tenía que gestionar su yo y unas cuantas circunstancias. No me extraña que terminaran rebelándosele las masas.

      Cuando apenas cabíamos en casa, parió la abuela, en este caso Freud, que vino a decir que todos esos individuos tenían, además, un ello, un yo y un superyó. Un lío del copón. Conócete a ti mismo, recomendaban los griegos. Como si fuera fácil con tanto okupa dentro del subconsciente, o donde demonios se aloje ese ejército de sombras.

      La cosa se complica todavía más conforme uno va envejeciendo y haciéndose más vulnerable. Es fácil que a partir de cierta edad se nos cuelen a diario, hasta la cocina del alma, personajes cada vez más raros: un hipocondríaco, un cascarrabias, un viejo verde. Entre tanto desconocido, es tremendamente difícil dar con uno. La otra tarde vi llover, vi gente correr y no estaba yo. ¿Quién era, entonces, el mirón de la ventana?

      Es un tremendo error pensar que por el simple hecho de decir “yo” (la sílaba que más repetimos a lo largo de nuestra existencia), conocemos de sobra al que nos saluda desde el otro lado del espejo. Nos creemos los autores del guión y resulta que no somos más que una novela andante poblada de secundarios sin brillo con los que convivimos como vecinos mal avenidos. Puro fragmento, eso es lo que somos.

     Échenle, por favor, un último vistazo a la foto de aquí arriba. ¿Nada? Gracias igualmente y disculpen las molestias.

     (Diario de Cádiz, 2 de diciembre de 2010)           

2 comentarios

José Grado Raposo -

La verdad, es que de vez en cuando uno no se reconoce ni así mismo. Que razón tienes Pepe, nos llevamos toda la vida admitiendo que tenemos nuestro yo concretado, que estamos convencidos de conocernos, como la literatura de Valle-Inclán vaya esperpento (nada que ver con la realidad). Cuando realmente, no somos más que meros espectadores del desfile veleidoso de nuestra existencia.

Anónimo -

Qué poco te dejas ver con ese otro yo... pero casi que mejor sin pelo, Mendoza..