¡QUÉ ESTAFA!
Por lo visto, a Eufemiano Fuentes, el médico detenido en la Operación Galgo contra el dopaje, le apodaban Asterix, pues tenía siempre dispuesta una poción mágica para que los tramposos pudieran llegar a la meta más rápido que el resto de compañeros que solo se metían entre pecho y espalda plátanos y aquarius.
Confieso que la noticia, más allá de la traición sentimental que me produjo haber confiado en la limpieza física y moral de la gran dama del atletismo español, no me ha sorprendido demasiado. Si el deporte imita a la vida, el deporte de élite imita a la vida de las élites, esa que se construye a diario sobre los cimientos de la desigualdad ante la ley, la falta de escrúpulos y la falsificación de la verdad.
Ahí está, por ejemplo, lo de Wikileaks, un control antidopaje por sorpresa al Poder, que ha socavado los cimientos de las democracias con la misma virulencia con la que el picudo rojo taladra las palmeras, dejando al descubierto la fullería grosera de unos gobiernos que adulteran con hormonas exógenas la bella musculatura del Estado de derecho.
Con tan peligrosas prácticas, ¿qué razón hay para creer que el deporte profesional, el de las medallas y los patrocinadores, va a asentarse sobre los pilares de la dedicación, la honradez y el trabajo bien hecho? Si para encontrar un empleo o que le operen a uno de algo antes de que sea demasiado tarde, es mas eficaz acudir a los estímulos artificiales del enchufe o el amiguismo, sobre todo ahora que asistimos sin rechistar al desguace del estado del bienestar, ¿cómo salir victoriosos de esa maratón que cada mañana corremos en busca de la prosperidad, en la que el mejor tiene todas las papeletas para llegar por detrás del mediocre?
Al druida del Asterix verdadero, no a ese matasanos siniestro que ha dejado podridos cuerpos, sentimientos y competiciones, habría que encargarle con urgencia un brebaje natural que nos ayudara a correr, a gorrazos, a todos los tramposos.
(Diario de Cádiz, 16-12-2010)
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