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El blog de Pepe Mendoza

PESADILLA EN VISTEÓN

PESADILLA EN VISTEÓN

     Qué mal envejecen los terrores antiguos. Lo volví a constatar el otro día, viendo uno de los capítulos de “Historias para no dormir”, la serie que el Diario viene promocionando los domingos. En comparación con las espeluznantes noticias que cada mañana aparecen en las páginas económicas de los periódicos, el episodio que puse parecía firmado, en vez de por el gran Chicho Ibáñez Serrador, por el guionista de los teletubbies. Nada que ver, por ejemplo, con el sobrecogedor relato con el que nos desayunamos el jueves y que en apenas una semana se ha convertido en un clásico de la literatura de terror laboral.

     Los hechos suceden en las instalaciones de una multinacional, un escenario simbólico que hoy ocupa el espacio que en el XIX tuvieron los castillos ingleses, o, en el XX, de la mano de Freud, el terreno pantanoso  del subconsciente. A primera hora de la mañana los representantes de los trabajadores son obligados a subir a un autobús que los traslada a otra dimensión. El viaje dura unos minutos, o tal vez años (eso nunca se sabrá). El autobús se detiene delante de un hotel, una recreación moderna del hotel de Psicosis. Ya dentro, un siniestro mayordomo con apariencia de traductor les informa  que, laboralmente, están muertos.

      Cuando vuelven de ese viaje errabundo, unas horas o unos años más tarde (eso nunca se sabrá), cansados y envejecidos, contemplan horrorizados como sus compañeros también deambulan como zombis por las inmediaciones de la factoría. Deslocalización le llaman al nuevo género, a medio camino entre el cine gore y el realismo sucio, y en el que Cádiz parece que cuenta con esa atmósfera imprescindible para este tipo de relatos. Aquí sobran puertas (administrativas) que chirrían, fantasmas que se desplazan en coche oficial, muertos vivientes perdidos en el bosque tenebroso de las estadísticas de la desesperación.

     Qué mal envejecen los terrores antiguos, pero qué miedo dan estas nuevas historias de psicópatas sociales.

     (Diario de Cádiz, 30 de junio de 2011)

 

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