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El blog de Pepe Mendoza

CAPERUCITA ROJA

CAPERUCITA ROJA

     El otro día vi la película Caperucita Roja y, qué quiere que le diga, me sigue asustando mucho más el clásico de los hermanos Grimm. Esta nueva versión me pareció un clon de Crepúsculo, un romance azucarado para adolescentes, en el que el lobo, será por la crisis, también trabaja de vampiro. No se la recomiendo.

     Confieso que de todos los cuentos, el de Caperucita es el único que aún merodea por las habitaciones oscuras de mi infancia. Convendrán conmigo que, a partir de cierta edad, las historias de Blancanieves y los enanitos, o la de Cenicienta y la pérdida de su zapato, o sea de su virginidad, tienen más de íntimas que de intimidatorias.

     Pero la maldad despiadada  de la madre de la niña de la capucha roja todavía hoy  me sobrecoge. ¿Por qué en lugar de poner a su hija en la boca del lobo, nunca mejor dicho, no se encajó ella, en un salto, a llevarle la merienda a la abuela? ¿Por qué es la caída de la tarde, con la noche ya acechando, el momento del día elegido para que la pobre chiquilla atraviese la espesura del bosque? ¿Por qué se quita de en medio (y del final) del cuento y no volvemos a saber nada más de ella?

      Hay estudios que sostienen que esa mala mujer no era la madre de Caperucita, sino su madrastra. Una madrastra enmascarada con más mala leche que todas las madrastras oficiales. Es muy probable que la abuelita fuera su suegra y que, como suele suceder, ésta no se llevará bien con la nueva pareja de su hijo. Matarile, pues, a la vieja. Engullida, páginas más tarde, la niña, la susodicha se queda con el padre de Caperucita para ella sola.

      Ya se que esta versión de los hechos es políticamente incorrecta. Que las nuevas tendencias revisionistas puestas en circulación por el feminismo más descarriado culpabilizan al padre, por incomparecencia, y al cazador, por homofobia (el lobo apareció muerto vestido con un camisón blanco y tocado con una cofia).

     Por fortuna,  el reino de la fantasía, a pesar de su crisis de credibilidad, aún no ha sido intervenido.

     (Diario de Cádiz, 14 de julio de 2011)

 

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