SECUNDARIOS
En la vida, como en el cine, uno siempre ha preferido los secundarios a los protagonistas. De pequeño, en el colegio, le pedí a un compañero que me cambiara su papel de Pepito Grillo por el mío de Pinocho. Para que la clase dejara de abuchearme por querer interpretar a un insecto cojonero en lugar de a un muñeco, corporalmente bipolar, sí, pero libre como el viento, argumenté que mi condición de tocayo del Sr. Grillo otorgaba un plus de verosimilitud añadida al personaje. Luego me puse trágico y les dije con toda la crudeza de que fui capaz que, sin Pepito, Pinocho hubiera terminado hecho polvo, o sea virutas, en una aserradora de mala muerte.
Esa debilidad antigua por los actores de reparto tiene también mucho que ver con mi experiencia personal. Salvo para la BBC (mi bautizo, mi comunión y mi boda), todo lo que he rodado hasta la fecha en esta tragedia cómica o comedia trágica a la que llamamos existencia, lo he hecho como secundario, cuando no de figurante. He pisado muchos suelos desnudos y muy pocas alfombras rojas.
Viene todo esto a cuento porque tres secundarios de categoría, Don Francisco Ramírez (Koki), Don José Luis Parra (Peli) y Don José Manuel Algeciras (Jose), los de los Blend de toda la vida, salieron el pasado viernes al patio de vecinos del Hospitalito para, con la colaboración de esa maquilladora amable y algo mentirosa que es la nostalgia, llevarnos de la mano, pero sobre todo del oído y del corazón, a aquel tiempo en el que fuimos jóvenes y despreocupados. Qué lejanos esos días y, sin embargo, qué cerca estuvimos, oyéndoles de nuevo, de la caseta de Tierra, Mar y Vino, del concierto homenaje a Los Beatles en la Casa de la Cultura, de la fiesta popular de San Juan en Crevillet, de la de los marineros en la barriada Estrella del Mar…
Qué cerca, en fin, la otra noche, de los demás y de nosotros mismos, saboreando, como se saborea el vino añejo de la bodega íntima que alimenta la memoria, la música cercana y apacible de Koki, Peli y José, los Blend de toda la vida. Tres secundarios de lujo que nunca pecaron, tal vez por eso les queremos tanto, de afán de protagonismo.
(Diario de Cádiz, 27 de abril de 2012)
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