NOSOTROS
Cuando nos dimos cuenta, la macro fiesta de Halloween a la que acudimos toda la pandilla se había convertido en una ratonera siniestra: estábamos debajo de un montón de cuerpos, aprisionados, cada vez con menos fuerzas para gritar, hasta que se hizo un profundo silencio: habíamos dejado de respirar. Hacía menos de una semana que la patera en la que viajábamos desde Nador había naufragado por exceso de peso frente a las costas de Alhucemas, y caímos al agua catorce compañeros, y luego todo fue un descenso interminable hacia el útero del mar. Fue el mismo día, o al día siguiente, ahora no podemos recordarlo, en el que decidimos quitarnos la vida antes de que fuéramos desalojados de nuestra vivienda en Granada por una orden judicial de desahucio, donde teníamos una modesta librería que daba de leer a los vecinos del barrio de La Chana.
Sí, no tenemos dudas, éramos nosotros. Las mismas que fuimos asesinadas por nuestra pareja, primero en Úbeda y luego en el municipio gallego de Narón. Fuimos también María, la inmigrante rumana a la que se le negó la asistencia en un centro de salud de Palma de Mallorca porque no tenía los ochenta y cinco euros que le pedían para que un médico la viera en urgencias.
También somos, estamos seguros, los once millones de personas que en España viven por debajo de umbral de la pobreza, o los más de 200.000 parados que pasan los lunes al sol en la provincia de Cádiz, o los niños que según el Presidente de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos empiezan a llegar a clase sin desayunar y sólo hacen una comida al día.
Y aquí seguimos, lamiéndonos juntos las heridas, encendiendo velas en esta lucha desigual contra la oscuridad, maldiciendo a todos los canallas que hacen negocio con el dolor ajeno, buscando un asidero común al que agarrarnos y que nos devuelva la confianza en la vida. Pensando que, como en los cuentos de la infancia, al final todo va a salir bien, y que si no ha salido bien es porque todavía no es el final. Heridos y muertos con tanta frecuencia que hemos perdido la cuenta de cuántas resurrecciones llevamos ya sobre nuestras espaldas.
Y aquí seguimos. Angustiados. Vivos.
(Diario de Cádiz, 9 de noviembre de 2012)
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