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A pesar de que su carismático líder anda a la sombra por unos asuntillos menores que estamos seguros terminará aclarando (o enjuagando, que el orden de las etapas en este tipo de fregados no altera el indulto), la escuela de negocios Díaz Ferrán es hoy una referencia mundial en el ámbito de las relaciones laborales. Las hemerotecas están llenas de citas de Don Gerardo que dan soporte intelectual a gobiernos, bancos, mercados y otras instituciones en las que se fija el precio de las personas y otras mercancías. “La mejor empresa pública es la que no existe”, por ejemplo. O esa otra, tan impagable como sus deudas: “Hay que trabajar más y ganar menos”. Estamos, sin duda, ante un genio de la economía social, a la altura de Marx, Keynes o el mismísimo Urdangarín, otro fuera de serie en el arte de la contabilidad creativa.
Nunca podremos agradecerle lo suficiente su altruista vinculación comercial con nuestra ciudad, el privilegio de haber podido hacer turismo interior de la mano de GDF, su saneada empresa de autobuses, o confortables desplazamientos más allá de la sierra de San Cristóbal gracias a la añorada Marsans, cuyos trabajadores también terminaron viajando pero por esa tierra hostil que es la oficina del INEM.
Algunos empresarios locales creen, sin embargo, que se quedó corto, que la única salida viable a día de hoy es trabajar todavía más y ganar nada. Así lo entiende, según nos cuenta este Diario, un tal Pedro Fernández Pérez, teórico del coste cero en gastos de personal que pretende terminar con el paro acabando directamente con los parados, por abducción primero y por desfallecimiento después. Sus víctimas son citadas en una sala con las persianas bajadas donde se les invita a aplaudir y a pegar gritos, como si fueran el público de Sálvame. Luego, a vagar como zombis por las calles, buscando diariamente 300 puertas a las que llamar para vender de todo sin ver ni un euro. Estamos ante un nuevo modelo de emprendedor que ha sabido incorporar a su empresa lo mejor del mentalista Anthony Blake y del guionista de Walking Dead, y que, según confesión propia, viene de abajo. Probablemente de alguna alcantarilla que conecta directamente la reforma laboral con la nueva esclavitud.
(Diario de Cádiz, 1 de febrero de 2013)
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