NUESTRO TÍO MANOLO
Ayer me llamó mi madre para decirme que había muerto Manolo Escobar, y yo estuve a punto de preguntarle que a qué hora la recogía para ir al tanatorio y si sabía cuándo era el entierro. Porque Manolo no es que fuera como de la familia: era de la familia. De la familia de mi madre, concretamente. Fue en casa de mi abuela Teodora donde escuché sus primeras canciones, en un tocadiscos Cosmos con dos altavoces de maleta que mis tíos yeyés (Victoriano, Lolo y Ángel) me tenían prohibido tocar. Aunque las letras eran facilonas, había algunas estrofas que yo no entendía. Recuerdo que una vez le comenté a mi profesor de Lengua, Don Enrique, que yo no veía por ningún sitio el refrán en “por eso se oye este refrán, que viva España”. ¿Viva España era un refrán? Y me contestó, que él, que era muy modernillo para la época, tampoco veía bien que un hombre prohibiera a su mujer ir con minifalda a los toros mirara la gente para donde mirara.
Otro Manolo también tristemente desaparecido, Manolo Vázquez Montalbán, escribió que el cantante de El Ejido representó el sueño de los jóvenes españoles de los 60. Un humilde empleado de Correos que canta a todas horas y que, animado por sus compañeros, da el salto a la fama sin que ésta se le subiera nunca a la cabeza. Por el camino se casa con una alemana que lleva pantalones, fuma y conduce, tres meses después de conocerla en una discoteca y sin que ninguno de los dos entienda ni jota del idioma del otro. Ni en sus películas más azucaradamente románticas hay una historia tan increíble.
La llamada de mi madre responde, lo sé porque la conozco como si fuera yo el que la hubiera parido a ella, no sólo a su necesidad de compartir la pena por el adiós del que fue el ídolo musical de su juventud, sino también a su deseo implícito de que escriba unas cuantas frases en nombre de nuestra familia con las que poder recordar y honrar la memoria de ese andaluz cabal al que ella siempre vio “muy guapo, muy simpático y muy trabajador”. Donde quiere que vaya, sepa este tío mío por parte de madre que le vamos a echar de menos. Y sepa también que donde quiera que esté, el carro es suyo.
(Diario de Cádiz, 25 de octubre de 2013)
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