MACHADO EN EL PUERTO
El pasado sábado se cumplieron 75 años de la muerte de Antonio Machado. Llegó a la frontera francesa al anochecer de un 27 de enero de 1939, desfallecido y gravemente enfermo, huyendo del fascismo analfabeto y cuartelero de los que se autoproclamaron nacionales, él, nuestro poeta nacional por excelencia, referente moral e intelectual de la España más decente. Lo acompañaban su madre, Ana Ruiz, de 88 años (¿cuándo llegaremos a Sevilla?, preguntaba la anciana), su hermano José y la esposa de éste. Como no tenía dinero para abonar la pensión, se ofreció a pagarle a la casera en poemas. Falleció en Colliure, a las cuatro de la tarde del 22 de febrero de 1939. En un bolsillo de su viejo gabán apareció un trozo arrugado de papel con su último verso: "Estos días azules y este sol de la infancia". Su madre murió, también de pena, tres días después.
Según cuenta el perito en poetas Paco Arniz, hay constancia documental de que Don Antonio estuvo en El Puerto al menos en dos ocasiones. La primera, en octubre de 1915, para asistir como testigo a la boda de su hermano Francisco, funcionario de prisiones destinado en nuestra ciudad, con la portuense María de las Mercedes Martínez López, en la parroquia de San Joaquín. La pareja vivió en el número 76 de la calle Cielo durante dos años, hasta que se trasladaron a Cartagena. La segunda, en junio de 1916, invitado al bautizo de su sobrina, Ana Eulalia María de las Mercedes. La abuela Ana fue la madrina. En esta segunda visita, que se prolongó por espacio de un mes, el poeta aprovechó para reencontrarse con un mar que no había vuelto a ver desde niño. "Si quieres saber algo del mar, vuelve otra vez, un poco pescador y un tanto pez", dice uno de los versos del único poema datado aquí, Apuntes, parábolas, proverbios y cantares.
Me gusta pensar que fue feliz entre nosotros. Lo imagino de paseo por nuestras calles, tocado con su sombrero y esa sonrisa tímida y plácida con la que aparece en los libros, disfrutando en familia de esos días azules. En una foto que nunca le hicieron puedo verlo asomado a la ventana del número 76 de la calle Cielo, contemplando, con la mirada limpia de los hombres buenos, ese sol de la infancia.
(Diario de Cádiz, 28 de febrero de 2014)
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