PARCHES
Hay una cosa peor que tener albañiles en casa: tener albañiles en las calles. En todas las calles. A todas horas. Todo el año. Cuadrillas de albañiles trabajando en obras de reparación sobre obras mal reparadas que volverán a repararse más temprano que tarde. El Puerto de Santa María, la Ciudad de los 100 Parches. El Puerto, para los amigos de las chapuzas. Igual Florentino Pérez ha comprado la ciudad como nave para FCC y nadie nos ha dicho nada.
El penúltimo atraco a punta de hormigonera ha tenido lugar en la Avenida Micaela Aramburu. El obrón terminó hace sólo dos años y nos costó, a usted y a mí, 1,3 millones de euros. Se trataba de adoquinar, más o menos, y de apoquinar, más y más. Pues resulta que ha habido que rellenar los agujeros de la calzada con parches de alquitrán a la carrera, a la carrera de la Vuelta Ciclista España. No fuera a ser que algún ciclista se estrellara contra la tienda de ropa femenina Zacatín y pensará, aturdido por el chocazo, que las maniquíes del escaparate eran azafatas que iban a estamparle dos besos como ganador de una meta volante no identificada.
Los socavones de esa arteria principal de nuestra ciudad, una avenida llena de cicatrices en la que podríamos montar un parque temático sobre el maltrato vial, son la metáfora de una ciudad que se hunde mientras los hechiceros de la Plaza Peral aseguran que estamos creciendo incluso hacia el subsuelo. Debajo de los adoquines, decían los del Mayo del 68, está la playa. En El Puerto, debajo de los adoquines no hay más agua que las fecales de la improvisación, el despilfarro y el mal gusto.
El parche y no el churro ese hortera de colores que trapicheó el concejal de Turismo en Internet debería ser el nuevo logotipo de la ciudad. Un parche negro y pringoso de alquitrán, a juego con la siniestra cofradía de “catetos irredentos” (Luis Suárez dixit) que han medrado y siguen medrando en la política local sin cualificaciones, conocimientos ni destrezas acreditadas. Un parche, eso sí, caro, muy caro, que aquí somos fulleros, pero fulleros a lo grande. Como el que araña la vista y la memoria cuando pasamos por el Paseo de la Victoria, por la Casa de las Cadenas, por el Hospital de San Juan de Dios, por la Ermita de Santa Clara… No tenemos parches baratos.
(Diario de Cádiz, 29 de agosto de 2014)
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