TRAUMAS
Son las nueve y treinta de la mañana del martes 27 de enero. En la consulta de traumatología del Hospital Santa María del Puerto hay más gente que en la guerra. Yo soy uno de los lisiados en combate. Llevo el brazo derecho en cabestrillo, como “El Lute” en aquella foto mítica de su detención. Me caí solo en la trinchera infantil de un campo de fútbol y me partí el escafoides. Qué mala es la vejez, qué mala y qué traidora.
Una pareja de no más de treinta años incita a la soldadesca a la rebeldía sin causa. Se quejan, sin razón y con desprecio, de todo. De la lentitud en el servicio, del acondicionamiento de la sala, de la torpeza de los trabajadores en prácticas, de los papeles que un día le perdieron a una prima de ella (parece que el mismo equipo de sanitarios, que entre guardia y guardia se asocian para delinquir). Buscan y encuentran adeptos igual de jóvenes que se suman groseramente al linchamiento. Se atreven incluso con el arte de la profecía: a las diez se irán todos a desayunar (no se va nadie). Y se encaran con un profesional “porque llevan mucho tiempo esperando”. Ninguno de los dos aprobaría un examen de primero de la ESO, pero ahí están, cuestionando incluso la ayuda que un trabajador le presta a una anciana que ha entregado incompleto un documento oficial. No son usuarios de un consultorio construidos con palos y ramas en un país perdido de África Central, sino de un sistema público de salud de una ciudad del primer mundo que, pese a la política canalla de recortes, sigue funcionando dignamente gracias a la vocación de servicio de sus trabajadores.
En la hora escasa que llevo en la consulta todos los profesionales ejercen sus tareas con un grado de compromiso que roza la excelencia. A mí me atienden una auxiliar, una enfermera en Rayos y una doctora (Esther Borrego pone en su bata). Me tratan con un empatía y una amabilidad de otra época, probablemente la misma en la que los pobres, por muy jóvenes que fueran, exhibían con orgullo el legado de una buena educación.
Salgo del hospital con el brazo sin escayola, esta columna en la cabeza y la certeza de que lo peor y lo mejor de la condición humana tenían cita esta mañana en la consulta de traumas del Hospital Santa María del Puerto.
(Diario de Cádiz, 30 de enero de 2015)
2 comentarios
Joaquín S. -
pipi gago -