EN BLANCO Y NEGRO
No somos nadie. Y en bañador, menos. Pero en blanco y negro, dejemos a Sartre para tiempos mejores, algo ganamos. La insoportable levedad del ser se atempera un poco cuando nos sacan los colores. Haga la prueba. Entre un momento en la galería de su móvil y pase cualquier foto en color a blanco y negro. ¿Ya? ¿Qué tal? No me diga que no parece alguien. Una actriz, un pintor, un escritora, un presidente de algo… Alguien importante, en fin, que mientras posa está pensando en cosas profundas. Yo acabo de hacerlo con una en la que estoy en el Foster Hollywood con mi hijo Pablo, servidor con una mancha de ketchup en la pechera, los dos con un vaso rellenable de Coca Cola. De pronto, parecemos Rick Blaine y Louis Renault, tomando burbon en Casablanca. “Pablo, presiento que este es el comienzo de una gran amistad”, me dan ganas de declamar con la voz grave de un hombre en condiciones, si no fuera porque el juez Calatayud dice que si nos hacemos amigos de nuestros hijos los dejamos huérfanos de padre. El blanco y negro otorga prestancia y clase. Aunque lleves una camisa con lamparones.
A mi amiga Oliva el blanco y negro le parece una cosa de viejos, pero yo creo que esos son los colores con los que se viste la Eternidad. Las cosas importantes de toda la vida, esas que no mueren nunca, son en blanco y negro: las películas de vaqueros, los bocadillos de pan con chocolate, la camiseta del Castellón, los periódicos, la partida de dominó del abuelo, los camareros de verdad, los amigos de la infancia, la voz de Nino Bravo, el olor a libro nuevo, el recuerdo del sabor del candié… No importa que esté usted sentado en una terraza del presente o que vaya a paso ligero de regreso al futuro. Da lo mismo. Como la lluvia, el blanco y negro siempre suceden en el pasado. En un pasado que no está muerto ni enterrado. Faulkner dice que ni siquiera es pasado.
El blanco y negro es de verdad y para siempre. Como el blanco de la cal de las casas de vecinos y el negro del luto de las mujeres sentadas en sillas de eneas en los atardeceres de verano. La vida es a colores, pero el blanco y negro es más realista, escribió no me acuerdo quién.
Imagine por un momento este desvarío de columna en color. Qué horror. Pero en blanco y negro, ¿verdad?, es otra cosa.
(Diario de Cádiz, 6 de mayo de 2016)
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Oliva Manzorro -