CIEN AÑOS DE SOLEDAD TRIPARTITA
Muchos años después, frente al pelotón de la cola del paro, algunos miembros de la familia Del Álamo Aceituno-Hernández habían de recordar aquella sobremesa remota en la que quedaron para comer juntos en la feria. Fue, según cuentan las hemerotecas, un 28 de abril de 2016. Hay incluso imágenes grabadas por 11500elpuerto.es, aquella empresa de comunicación que a raíz de la invasión amarilla fue absorbida por 不可思議elpuertodepekin.es. En ellas se puede ver al entonces alcalde clausurar, en una ambiente festivo, el pleno de esa mañana. “Somos más de veintitantos y nos vamos a la feria”, dijo antes de recordar a toda la corporación que la cita era a las dos de la tarde en la caseta municipal.
La rama de los Del Álamo fue la primera en llegar al Real. En cuanto se bajaron del autobús de campaña (2016 fue un año en el que la gente votaba y se rebotaba casi todas las semanas), empezaron a repartir bocadillos. La Tere, nada más enterarse, salió fuera de sí y de su tartana y les acusó airadamente de competencia desleal. “Tiene narices que hayáis pactado con los del Ibex 35, aunque no os haya servido para nada, y que ahora que estáis otra vez pidiendo el voto os hagáis los rojazos renegando del libre mercado y boicoteando mi derecho a vender bocadillos como me de la gana”. Eso les dijo. Como todavía quedaba más de media hora para el almuerzo, para hacer tiempo, Angelito, el cuñado guaperas, se dio un homenaje a sí mismo de esos que tanto le gustaban. Selfies bailando sevillanas corraleras con su sombra, selfies sacando la cabeza por arriba del toldo del gusano loco, selfies en los espejos de la risa (que lejos de desfigurarlo como al resto de los mortales lo hacían todavía más bello)…
Llegaron luego los Aceitunos, que venían en romería desde la Zona Norte, donde habían celebrado una asamblea ciudadana alternativa para pedir el cambio de nombre de la manzanilla Maruja. A juicio de esa parte de la familia la denominación de origen daba una imagen doblemente estereotipada de la mujer. Por un lado el sustantivo manzanilla, que recordaba, encima con un diminutivo intolerable, la fruta que sirvió de coartada para prefabricar el mito machista de Eva y su juicio sumarísimo por el pecado original. Y por otro, el nombre propio Maruja, que el diccionario de la RAE define de manera claramente despectiva como ama de casa sin dedicación profesional a otras actividades. “Desde la Zona Norte, yo vengo andando, y los pasos que doy los voy contando, mientras levanto El Puerto de arriba abajo”, cantaban juntos cuando pasaron con el puño en alto por la portada. Fue entonces cuando un viejo filósofo del vino les dijo haciendo eses: “A ver si lo estáis levantando por donde no es”.
Los últimos en aparecer por la caseta municipal (hoy, bazar chino “Lebu-Hito”), con casi una hora de retraso, fueron los Hernández. Le echaron la culpa de la demora a los niños, que es a quienes, más allá de ideologías, se les echa siempre la culpa de todo. Por lo visto, al pasar por delante del puesto del algodón empezaron a patalear pidiendo que les compraran uno. Pero una marxista de la corriente Groucho les explicó que el algodón es la metáfora de una sociedad blanda y empalagosa, que el dulce es un sabor que debe probar lo menos posible un militante de izquierdas y que el rosa ha hecho muchísimo daño en la publicidad sexista, además de ser el color de los capotes taurinos. Uno de los chiquillos preguntó si podían pedir una lechuga verde esperanza cultivada en una cooperativa ecológica, condimentada con mucha sal y mucho vinagre para tomar conciencia a través del gusto de la aspereza de la vida, lo que fue celebrado entre los mayores al grito de ¡sí se puede, sí se puede!.
Al principio, cuando los gañotes no estaban aún los suficientemente lubricados por el caldo de la uva, la temperatura emocional del almuerzo fue la mar de agradable. Que si volvían a gobernar juntos la feria iba a ser gratis para todo el mundo. Que si se iba a prohibir la pesca de patitos hasta que todos fueran declarados iguales y valieran los mismos puntos. Que los megáfonos de las tómbolas podrían ser municipalizados para convocar un círculo urgente en el propio recinto ferial. Que con ellos en el gobierno siempre iba a haber luz al final del túnel del tren de los escobazos… Pero de pronto, una señora de la rama de los Aceituno, que se había tomado ya unas cuantas a la salud de la revolución, recriminó a los Hernández su impuntualidad, y todo se torció. “El agua de pozos dulces está contaminada por la traición imperdonable de algunos en la causa de los aparcamientos”, espetó uno antes de elevar el brazo cogiendo postura para hincarse un pimiento frito. “De todo hay en Las Viñas del señor concejal de Medio Ambiente”, insinuó otra, imitando con muy mala leche a un perro abandonado. “Hay que ser muy macaco para dejar que los del Monkey se escaparan a Sevilla”, gritó un modernillo antes de hacer mutis por el foro del retrete. “En el video que se mandó a Fitur El Puerto parecía Comala, el pueblo fantasma de la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo” sentenció un cargo de confianza muy leído mirando al tendido.
El caso es que aquel almuerzo acabó como el rosario de la Aurora y el de la Prioral juntos. Como terminan todas las comidas familiares, las de sangre y las políticas. Fue hace 40 años y fue la última que juntó a toda la familia Del Álamo Aceituno-Hernández. Algún anciano del lugar también recuerda, aunque de eso no hay constancia en las hemerotecas, que en aquella feria también vio a los Candor-Ovejero Coronita recoger firmas en la pizzería Blanca Paloma para hacer a la Virgen del Rocío concejala perpetua de Fiestas.
Lo dejó escrito García Máiquez (Enrique), hace años, en una de las quince columnas diarias que a día de hoy, 1 de mayo de 2046, sigue publicando en el Diario de Shan-cai: “Las estirpes condenadas a cien años de soledad, aunque sea en un tripartito, no volverán a tener una segunda oportunidad sobre la tierra que un día fue de Menesteo y hoy es de la dinastía Shangdi Cruzcampo”.
(Diario de Cádiz, 1 de mayo de 2016)
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