DIEZ AÑOS
Algunos nuevos yacimientos de empleo son más viejos que el hilo negro. El relacionado con los idiomas, por ejemplo. Podríamos situarlo en Babel, cuando Dios decidió confundir las lenguas para complicarnos un poco más la vida, con lo complicada que es la vida ya. No dice nada el Génesis porque entonces en las revistas no había publicidad, pero es probable que en algún piso de aquella torre que iba a llegar hasta el Cielo naciera la primera academia. Sobre todo cuando se dieron cuenta de que aquello no se arreglaba con un logopeda.
La cosa decayó luego un poco con San Pablo, al que el costalazo que se dio al caerse del caballo lo dejó regular. Los antepasados de Richard Vaughan siempre le reprocharon que subestimara las competencias profesionales en lenguas extranjeras. “Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no soy nada”, dijo. Vale, en el fondo estamos de acuerdo. Pero no es incompatible ser Gigi El Amoroso y tener el B2.
Dos milenios, cinco años y un montón de sueños después, Carolina Balsa Cirrito se puso a pensar una tarde en su casa sobre el marrón de Babel y sobre la acuciante costumbre de tener que comer todos los días, que eso sí que es un marronazo. De esa reflexión filosófico-gastronómica nació CB Lingua, su agencia de traducción. Tres fichajes de categoría remataron la faena: su padre como Técnico Superior en Recados, su madre como Directora de la Central Telefónica y su hermana Laura como Jefa del Negociado de Papeleos.
Han pasado diez años. Aquella habitación se hizo corredera y se extendió a Madrid, Sevilla, Málaga, Córdoba, Barcelona… Actualmente, gracias a Carolina y a un equipo de más de 150 profesionales, hablando (y escribiendo) se entiende la gente en árabe, chino, holandés, portugués, ucraniano, rumano, sueco, ruso y hasta catalán. No se había visto un triunfo igual de las lenguas desde que el bar Er Beti sacó la lengua con tomate.
Hoy celebran rodeados de amigos su décimo cumpleaños. Toca disfrutar y traducir al lenguaje de las emociones una década de trabajo bien hecho. Tal vez en algún momento de la fiesta, sin que nadie se percate, Carolina vuelva a aquella habitación familiar en la que empezó todo.
(Diario de Cádiz, 23 de octubre de 2015)
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Laura Balsa Cirrito -
Antonio Pérez Brea -