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Se muestran los artículos pertenecientes a Diciembre de 2008.

MEMORIAS DE UN AMNÉSICO

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     El libro "Memorias de un amnésico" va camino de convertirse en el best seller de estas Navidades. Lo firman, al alimón, derechas e izquierdas, rojos y gualdas, monárquicos y republicanos. El último capítulo lo han escrito dos pesos pesados (a veces, plomizos) de la cultura nacional: Zapatero y Rouco.

     El primero, fiel exponente de la literatura de evasión,  ha dicho, en referencia al  entierro del franquismo, que "todo lo que sea que eso esté en el olvido, en el olvido más profundo de la memoria colectiva de la sociedad española, será un buen dato". Al menos por ahora, los datos son malísimos: el subsuelo está lleno de huesos con una memoria de elefante. Huesos tozudos que, en cuanto salen a la luz, se animan a contar historias horribles de dolores no amortajados.

     El Presidente de la Conferencia Episcopal, que ha dejado definitivamente las homilías para dedicarse de lleno a hacer remakes del Apocalipsis, ha afirmado que "a veces es necesario olvidar, en virtud de una voluntad de reconciliación y perdón verdaderamente responsable y fuerte". Yo creo que este país necesita justamente lo contrario: una cultura de la memoria, alejada, eso sí, de toda intención partidista, que incorpore al presente el pasado dolorido de las víctimas. De todas las víctimas.

      En 1987, Klaus Barbie, ex jefe de la Gestapo en Francia, fue juzgado por crímenes contra la Humanidad. Cuando uno de los damnificados se lo echó en cara, el nazi contestó: "Yo no me acuerdo de nada. Si ustedes se acuerdan, es problema de ustedes". Aquí todavía hay muchos "ustedes" con un problema parecido: hijos de la guerra que se acuerdan de todo; abuelos que siguen dando amparo al niño con el pijama de rayas que un día fueron; supervivientes de aquella sublevación sanguinaria que vieron asesinado su futuro con proyectiles del quince y medio.

      Y quedan, sobre todo, miles de huesos que amaron hasta los huesos, y que, en cuanto salen a la luz, nos recuerdan que el olvido está lleno de memoria.

       (Columna publicada en Diario de Cádiz el 04-12-2008)

 

AQUELLA NAVIDAD

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     La tarde en que mis hermanos y yo buscamos desesperadamente a Chencho por entre las 625 líneas del televisor, mientras anochecía sobre los puestos navideños de la Plaza Mayor de Madrid y sobre la voz, más rota que nunca, de Pepe Isbert. El patio de vecinos que tenía el olor antiguo de la fraternidad, en el que las mujeres amasaban juntas tortas, esperanzas, pestiños y confidencias.

     Aquellos días primeros de 1972 en que nos prohibieron jugar en la calle por miedo a que apareciera El Lute, el hombre más malo del mundo (más malo, incluso, que los Hermanos Malasombra), que aquella nochevieja saltó los muros del penal de El Puerto y caminó hasta reventar por la noche oscura de España.

     La campaña "Navidad con Amor", en el Teatro Principal, y la ofrenda al Niño Jesús, en la que llevábamos presentes a aquellos que carecían de futuro: los ancianitos y los necesitados, hoy colectivos en riesgo de exclusión social. Los Reyes Magos de Osborne, que no salían de Oriente sino del colomato (en castellano, economato), con los que mi padre tenía una confianza que a mí no me parecía normal para verlos de año en año.   

     El camino que llevaba a Belén  y a Carmen Polo, de la mano hiperactiva y de la voz prodigiosa de Raphael, y las muñecas de Famosa, que se dirigían al Portal para hacer llegar al Niño su cariño y su inestabilidad. El hijo interesado de El Almendro, que  volvía a casa por Navidad, ponía cara de reencuentro, cogía los regalos, los embutidos, cobraba el anuncio y hasta el año siguiente. San Ildefonso, los niños y Doña Manolita, una familia muy generosa que jamás se acordó de nosotros.

     El Fuerte de Comansi, que era más bien endeble. Los Juegos Reunidos Geyper,  en mi casa, desgraciadamente, siempre de 10. Y el Escalestrix, que nunca pasaba por nuestra calle.

     En los aljibes íntimos que alimentan estos días hay una Navidad matriz que, como la lluvia en el poema de Borges, siempre sucede en el pasado.

     (Columna publicada en Diario de Cádiz, el 18-12-2008)

           

 

             



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